domingo, 21 de agosto de 2011

I Encuentro Sioux (V Encuentro Bloguero) del occidente asturleonés



Pico Coronzo y valle del río Ibias desde el hórreo de Casa el Xastre

Todos los encuentros de blogueros del Lejano Oeste asturleonés han tenido la suerte de ser disfrutados en entornos de privilegio, tanto naturales -como Fonduveigas, Xedré/Gedrez o Villardecendias- o urbanos -como la preciosa ciudad de Logroño-. El V Encuentro de Chiflados del remoto culo del mundo -con perdón- fue también el primero ubicado dentro de la Reserva Natural Integral de Muniellos, o como alguno malinterpretó, de la Reserva del Pueblo Sioux, con las consecuencias de indumentaria que luego eso trajo consigo.

Vista completa del hórreo, con la sierra de Trabáu al fondo

Para los que no hayan oído hablar del bosque de Muniellos, les informaré de que es el mayor robledal de Europa occidental (dentro de los bosques de roble bien conservados) y que el acceso está restringido a 20 personas por día, que pueden realizar a pie un itinerario circular hasta las preciosas lagunas de Muniellos (increíblemente grandes para la altura a la que están, comparando con lo que es habitual en la zona) o bien realizar el tramo más corto del circuito hasta las lagunas, volviendo por el mismo sitio. Hay excepciones a esta restricción de acceso, porque hay dos aldeas dentro de los límites de la reserva, a las que sí se puede acceder de forma libre, por carretera (La Vilietsa / La Viliella) o por pista de tierra (Valdebueis / Valdebois / Valdebueyes). Estas dos localidades están situadas fueran del valle de Tablizas, que es donde se realiza el circuito a pie con el tope de 20 personas por día, pero aún así, la belleza del entorno de ambos pueblos es excepcional, con una masa de bosque que ocupa casi la totalidad del territorio circundante.


Pinturas de guerra

Gran jefe de tribu vecina tomando agua de fuego



Agua de fuego ser cosa muy mala con estómago vacío

El encuentro de blogueros se realizó en la Vilietsa, pueblo natal de Manolín de Casa el Xastre, autor de un cultivado y minucioso blog sobre su tierra y que fue el anfitrión de este encuentro (siendo María del Roxo la promotora de los tres primeros y José de Mingo el del cuarto). Su papel de organizador y la carga de trabajo fue compartida por miembros de su familia, como su hermana, cuñado y su madre.


Flora, magnífica anfitriona

En cuanto a lo meteorológico, al bochornoso calor inicial, más propio de los trópicos que de Asturias, siguieron los sonidos de los truenos, alguna gota de agua, y algo menos de calor para concluir la jornada.

El paradisíaco entorno de La Vilietsa

Los primeros asistentes en acudir a La Vilietsa fueron unos extraños sujetos ataviados con tocados de plumas, tomahawks e incluso carcaj con flechas -o eso intentaban parecer- de madera de avellano -no sé si habrá avellanos en las grandes praderas de USA) y no con muy buenas intenciones, a juzgar por las pinturas de guerra que adornaban sus furibundos rostros. A pesar de las instrucciones previas del anfitrión de que era sumamente complicado aparcar en las proximidades de la Casa del Xastre, unos ibienses, con El Chapras al volante, llegaron hasta el mismísimo hórreo montados en su vehículo (hay que indicar que El Chapras en su Nissan es como Alberto Contador con las dos ruedas cuando ve una cuesta -se emociona, el hombre-). Habiendo pasado lista de asistentes (hubo algunas bajas importantes), los allí reunidos se lanzaron como posesos sobre un buen número de botellas de sidra, con el estómago aún vacío y con lo que eso supone, a lo que siguió una opípara comilona (con muchos encuentros como éste no vamos a llegar a los cien años de edad) aliviado posteriormente por un paseo en ascenso permanente que ayudó algo a bajar la comida.


Guerrero de tribu ibiense sin identificar, echando un vistazo a la cabellera de un asistente próximo e imaginándosela colgada de la puerta de su tienda

Un servidor abandonó el lugar antes de que aquello se convirtiera en un desenfreno impropio de gentes de edad ya respetable (he oído que hasta bailaron), así que el relato de lo que ocurrió a altas horas de la madrugada (ésas en las que las personas decentes dormimos como benditos) tendrá que correr a cargo de otros de los asistentes al encuentro.


Remo, un mastín lacianiego en tierras cabreiras

No estoy al tanto de todas las viandas que aportó cada uno pero, como siempre, hubo comida para el triple de los asistentes presentes. Por supuesto, esa noche ya no hubo quien tuviera sitio para la cena.

Lugar donde los guerreros de La Vilietsa adoran al Gran Espíritu. Algunos guerreros de buen vivir abandonan el lugar antes de que el vicio y la podredumbre se apoderen de los corazones del resto de asistentes

Nota: esta versión del encuentro bloguero es totalmente parcial y subjetiva. Se espera que en cuanto el resto de asistentes concluya sus días de vagancia veraniega, se añadan distintas versiones de los hechos en los respectivos blogs, como autor o comentarista.

viernes, 19 de agosto de 2011

Nuevo libro de Ancares

Portada del libro Ancares en coche y a pie

Corre el año mil novecientos setenta y poco. Van un andaluz, un madrileño y un catalán -los tres montañeros- allá por el Pirineo. Se cruzan con un caminante francés, que entabla con ellos animada conversación. En esto que les consulta el galo a los tres peninsulares sobre algún macizo o sierra recomendable en la Cordillera Cantábrica fuera de los Picos de Europa. Tras algunas rascadas de cuero cabelludo y diversas miradas perdidas en el infinito, alguno de ellos murmura la palabra Ancares, a lo que los otros dos asienten. Si esta situación se hubiese dado veinte años después, nuestros tres protagonistas ibéricos hubieran sido capaces de emitir más nombres, entre los cuales estarían en primer plano los de Fuentes Carrionas, Somiedo o Muniellos. Otros veinte años más acá –en el ahora- entre un listado mucho más numeroso, surgiría quizá Laciana, Gistredo o el Alto Sil.

Habría que preguntarse ¿qué tiene Ancares para que su nombre suene ya desde hace tanto?

En algunos documentos y mapas editados por la Junta de Castilla y León, el Alto Sil está incluido dentro del Espacio Natural Ancares-Alto Sil o directamente Ancares a secas. Si algún día llegara a crearse semejante espacio natural, sería quizá el más grande de España en su categoría, por lo cual no creo que llegue a realizarse. Los bosques de Ancares son magníficos, aunque algo más pequeños y con algo menos de biodiversidad que los del Alto Sil; su arquitectura es en general muy similar, aunque en el Alto Sil las célebres pallozas no se den; las montañas son muy parecidas allí pero de menor altura, y la densidad de montañas también es más reducida. Poniendo la apariencia visual de ambos en la balanza, el resultado debería ser en teoría parecido, pero el nombre de Alto Sil -o Laciana o Palacios del Sil o Ribas de Sil, que son los nombres de toda la vida- no son conocidos como el de Ancares fuera de la provincia.


Nuevamente, habría que cuestionarse ¿por qué paisajes similares no han tenido el mismo reclamo que los de Ancares?



El Botete (valle de Fornela) y algunos de sus abedulares. No lejos de allí está el único hayedo de la vertiente leonesa de la sierra de Ancares

Ancares es el nombre de un valle leonés, que contiene unos pocos pueblos, y que da nombre al río que corre por su fondo y al puerto por el que se atraviesa la sierra para ir a la otra cuenca hidrográfica, la del Navia. Con el paso del tiempo, otros territorios próximos, como Fornela, Burbia y los gallegos de Navia de Suarna y Cervantes, han pasado a engrosar el término Ancares, pasando a ser “Los Ancares” o “Os Ancares”. Pero el límite exterior de Ancares no ha terminado de crecer, y ya llega hasta las tierras bajas, fuera de las montañas. De hecho, casi un tercio de El Bierzo forma parte ya de Ancares. Alguno, sin consultar ni pedir permiso, ha incluido ya en Ancares incluso parte del territorio asturiano, llamando a Ibias “Los Ancares asturianos”. Parece que a muchos les gusta pertenecer a “Los Ancares” y con el prestigio de semejante marca, no es de extrañar. Pero al ritmo al que va la ampliación de territorios, visto que ya el Alto Sil –según la Junta de Castilla y León- es también Ancares, va a llegar un día en que la porción de terreno desde las Rías Baixas hasta las Merindades de Burgos sea todo Ancares.

Independientemente de las anexiones involuntarias al terrritorio de Ancares, ¿qué magnetismo tiene esta sierra galaico-leonesa para que haya tantos que quieran apuntarse orgullosos a ese club?


De derecha a izquierda, Pico Cuiña (techo de la sierra de Ancares, con 1.992 metros), El Campanario y El Mustallar / Mostallar / La Mostallal

Para responder a esas tres preguntas, Julio Álvarez Rubio, que resucita de entre los quietos para cortar un silencio bibliográfico que duraba ya tres años, nos presenta un nuevo libro, esta vez sobre las dos vertientes de la sierra de Ancares: Ancares en coche y a pie. Un libro lleno de color y magníficas fotografías de paisajes y edificaciones, adornado con la culta –aunque amena- escritura de Julio, y que no es posible terminar de leer sin haber soltado alguna sonora carcajada ante sus ocurrencias o la forma que tiene de contar las cosas. Casi todas las fotografías son de Julio, pero el trabajo de cuarto oscuro es obra de Roberto Calvo Suárez, que ya le acompañó con mayor proporción de fotografías en sus últimos tres libros, y que también colabora en trabajos sin ánimo de lucro locales, como por ejemplo las fotografías de una reciente exposición de trajes regionales en Villablino o como las de un pequeño libro sobre Laciana del que ya se informó en este blog en su momento.


Excursión multitudinaria en la cima del Miravalles

La sierra de Ancares y sus aledaños neo-ancareses son diseccionados con diez rutas motorizadas y otras catorce para la Infantería Ligera, algunas de ellas para casi cualquiera y las otras, largas marchas para los más curtidos. A mí particularmente me fascina de Ancares la belleza de sus bosques, como los del valle de Burbia, del desfiladero de Balouta, los del entorno del Cuiña al final del valle de Ancares, los abedulares del Botete, el bosque del valle de Ortigal o el de Suastallas en Porcarizas, entre otros muchos. Raro es que a alguien no le llame la atención la colección de pallozas que aún se conservan en el conjunto total de pueblos de las dos vertientes, aunque ya mucho menor de la que existía hace tan sólo una década. Pero todo eso no debe de ser suficiente, porque Ancares siempre ha tenido una atracción especial que otros territorios que ofrecen tesoros similares no tienen o no saben –o no pueden- crear. Con este libro y las ganas de emplearlo a fondo sobre el terreno, seguro que descubrimos cuál es la esencia secreta de la sierra de Ancares.