sábado, 21 de febrero de 2009

Al Fernán Pérez por la ruta de Ivo

La Cruz del Barreiro, el pico que se eleva encima del pueblo de Colinas, desde el inicio de la subida
Colinas del Campo de Martín Moro Toledano, el pueblo de España con nombre más largo. En muchos lugares figura solamente como Colinas del Campo, y cuando uno se encamina hacia este pueblo, es habitual decir simplemente 'Voy a Colinas'. Colinas no es el Alto Sil, pero es medio Catoute, el pico más famoso de la Sierra de Gistredo. El otro medio pertenece a Salentinos, que ya sí pertenece al Alto Sil. Colinas está declarado Conjunto Histórico-Artístico, un galardón que no se regala así como así. Cabe decir que en toda la comarca de Laciana sólo la iglesia de Robles está incluida en la lista.


Ya se muestra el Catoute (2.112 m.) por su vertiente este, una de las menos conocidas.

De Colinas no sólo parte la ruta normal hacia el Catoute, más dura que la que parte de Salentinos, por ser más breve. También, y casi tan conocida, es la ruta que se dirige hacia el Campo de Martín Moro, también llamado de Santiago, una artesa glaciar de casi un kilómetro de ancho en medio de las montañas. Para llegar allí desde Colinas hay que serpentear a lo largo del curso del río Boeza, pasando dos pasarelas de troncos y el estrechísimo desfiladero donde se oculta el sombrío bosque del Paleiro, con sus centenarios acebos. De repente, el valle se abre y aparece el enorme espacio del Campo de Martín Moro, rodeado de montañas todo en derredor.


Inmerso ya en las larguísimas (aunque cómodas) pedrizas. Al fondo, a la izquierda, la pequeña mancha amarilla es la campera donde comienza la piedra

La ruta de hoy la había leído en el especial que la Revista de montaña Pyrenaica le dedicó a los Montes de León hace un par de años. Incluía artículos de afamados montañeros como Eloy Gundín, Ivo García o Julio Álvarez Rubio, entre otros. Ivo García es de Igüeña, el último gran pueblo antes de llegar a Colinas desde el sur, y conoce estas montañas como la palma de la mano. Ivo describía varios recorridos en la revista, pero uno me llamó especialmente la atención: una posibilidad de ascender a Fernán Pérez (conocido erróneamente como Arcos del Agua en todos los mapas desde hace varias décadas) por un itinerario desconocido para mí.


El interesante valle (por lo menos de aspecto) del río Bobín, el último afluente del Boeza antes del Tremor. Un mundo por explorar

Se parte de Colinas en dirección norte, hacia el Campo de Martín Moro, pero se abandona el camino principal poco antes de una fuente con mucha agua, la de San Juliano. Si llegamos a ella, es que nos hemos pasado el desvío. Es un camino en cuesta con mucha hierba, que pronto desaparece. Durante unos metros cuesta localizar la continuación, y sólo dando rodeos entre la maleza conseguí dar con ella, cien metros más adelante. Al principio, las zarzas cierran en algunos puntos el sendero y auguran mal futuro. Si ya está aquí así - pienso -, más arriba será la selva. Pero no, el sendero se va abriendo y se alcanza un gran hombro muy visible desde el valle del Boeza cuando se dirige uno hacia el Campo de Martín Moro. Hay restos de muros y algunos monolitos de piedras. Aquí el sendero vuelve a difuminarse y entro en una turbera, que lo termina de borrar. Pero por casualidad encuentro el inicio de la senda al otro lado, justo donde entra en un robledal. Aquí vuelve a ser claro y nítido. El bosque dura poco tiempo y se sale a terreno abierto, donde encuentro el primer hito del día. Hasta ahora llevaba una orientación norte de forma casi permanente, pero aquí se gira brevemente hacia el sur, justo donde comienza el brezo, y luego hacia el este, subiendo paralelo a una suave vaguada por donde no corre arroyo alguno. La pendiente se suaviza al llegar a una larga pero estrecha campa que tapiza el fondo de la vaguada, justo cuando las laderas a los lados empiezan a subir hacia el cielo.


Alcanzo el cordal, a unos 1.770 metros de altitud. Al fondo, el Fernán Pérez (2.062 m.)

Es un lugar muy fotogénico. Esa campera tan estrecha y alargada, que continúa con una pedrera de dos kilómetros de longitud, hasta el cordal. Hay restos de un chozo. Parece como si el sendero partiera por entre el brezo al norte de la campera, pero actualmente ya no hay nada. Siguiendo las instrucciones de Ivo en la revista, avanzo de frente hasta el final de la campera. Aquí ya no hay senderos. A la izquierda, casi invisible entre la maleza, asoma un abrevadero, seguramente seco desde hace años. Se termina la campera y sigo de frente, atravesando unos piornos. Salgo a la piedra. Hay piedra por todas partes. Es una pedriza que sube por la ladera de la derecha, por el fondo de la vaguada y algo por la ladera izquierda. Se puede ir por cualquier sitio, porque las piedras son del tamaño perfecto para no ir haciendo equilibrios y no demasiado pequeñas como para que se muevan a cada paso. Y se avanza muy deprisa. A veces, la pedriza se ve truncada por un brazo de arbustos y hay que ir analizando con antelación la dirección a seguir, para no verse abocado a un callejón sin salida. La pendiente ahora ya es muy fuerte, porque estoy en la ladera final antes del cordal norte-sur que delimita el valle del Boeza de los del Tremor. La pedriza termina reduciéndose a un estrecho pasillo rocoso de quince metros de anchura, interminable.


La primera de las cimas del Lliriella, la más alta (1.826 m.)


La otra cumbre (1.812 m.), la visible desde Colinas del Campo

Por fin, el cordal. Hay un sendero muy pisado que lo recorre. Como es temprano, decido ir hacia el sur, a subir la primera cumbre que se ve, e incluso alguna más. Según voy ascendiendo, el sendero apenas se nota. En la cumbre hay un gran hito. Más allá, próxima, hay otra cumbre de la misma altura, con otros dos grandes hitos, bien visibles desde el pueblo de Colinas. Pero ya no sigo avanzando más hacia el sur. A partir de esta última cumbre, el cordal pierde altura muy rápidamente, y lo que se ve no parece ya tan interesante. Vuelvo atrás, disfrutando de la vista hacia el este, a esos valles ignotos que nadie menciona en ningún lugar. Veo una braña, robledales, un valle detrás de otro. El cordal hacia el norte no tiene ninguna gracia durante un buen trecho. Son lomas suaves sin nada de especial. Por fin, alcanzo la base del Miromalo. Hay más pendiente, pero se alcanza pronto. Del otro lado, la cima tiene más miga. Hay una arista con varios tramos rocosos que hay que ir explorando para buscar su punto débil. Es preciosa esta arista. De frente, la cumbre del día: el Fernán Pérez, con sus pedrizas infinitas. Pero infinitas, infinitas.


Fernán Pérez desde la cumbre del Miromalo (1.964 m.)


Para descender del Miromalo hacia el collado que lo separa del Fernán Pérez hay una entretenida cresta

Me acuerdo de lo que comentaba un lector el otro día en el blog del Lejano Oeste, de que el Alcornón de Busmori, el conocidísimo Alcornón de Busmori de Degaña, se llama Beigardón. Este dato es una revolución. Ni el mismo 'Mundo' (Raimundo González Cuenco) desenmascaró ese error. Ahora empieza el largo proceso de intentar convencer a miles de montañeros de que esa montaña que subieron tiene otro nombre, menos sonoro y señorial. Pero hay que hacer justicia. La voz de los habitantes de los pueblos muchas veces no llega a los editores que publican los libros y los mapas que certifican un nombre para siempre. Eso mismo era lo que me comentaba Ivo en una ocasión. Cómo el Fernán Pérez, de los Fernán Pérez de toda la vida, tras aparecer en los mapas oficiales como Arcos del Agua, perdió su nombre original, posiblemente para siempre. Ahora ya siempre será Arcos del Agua, aunque no sea ése su nombre. Hace poco vi un fragmento del mapa del IGN de la zona, que por el aspecto, debe de ser de los que se editaron en los años 30 ó 40, y ahí ya aparecía como Arcos del Agua. Posteriormente, la primera edición del mapa militar copió el nombre, como suele ser lo habitual entre organismos oficiales, y las posteriores ediciones de ambos mapas lo clavaron aún más en las mentes de todos los que durante tantas décadas utilizaron esos mapas. Me contaba un hombre que conoce bien los topónimos de Vegapujín, que las tres cotas de igual altura y alguna más que forma la parte cimera del Fernán Pérez, eran llamados allí Sierra de Fernán Pérez. Normalmente, una sierra se entiende por una porción de montañas o cordales que tiene una cierta longitud. No se suele utilizar el concepto de sierra para un tramo de menos de un kilómetro. De ahí igual radica el origen del error del nombre de esta cumbre. Porque en los mapas oficiales, la Sierra de Fernán Pérez ahora se extiende a lo largo de varios kilómetros. Al collado al este del pico, antes de Peña Cefera, le llaman Arca del Agua. Al buscar un nombre para la cima más alta de la Sierra de Fernán Pérez, pondrían el que encontraron más próximo. Total, una sierra nunca puede tener una cumbre que empiece por el nombre 'Sierra'.


Miromalo y todo el cordal recorrido, desde las pedreras del Fernán Pérez

En el último collado, me quedé un rato mirando para arriba, intentando descubrir un punto débil entre tanta piedra para subir a la cima del Fernán Pérez. Me daba una pereza de muerte. Estas pedrizas no eran como las que subí para alcanzar el cordal desde la estrecha campera. Éstas eran de las incómodas. De las que tienen piedras que se mueven, de las que hay que ir con mucho cuidado. Ataqué por el primer sitio que me pareció. Total, daba lo mismo. Evitaba las zonas de vegetación que, aunque parecían oasis entre tanta piedra, eran aún más incómodas. Una vez dentro de la ladera perdí totalmente la orientación. Era nadar entre piedras. Seguir subiendo. Hacía tiempo que no veía tanta piedra junta. ¡Qué barbaridad! Casi ni en El Teleno. La pendiente es fuerte pero llega a su fin. Un amago de sendero y el terreno se suaviza. Ya se ve la primera cima. Es un gran monolito. El terreno es ahora horizontal. Aparece la segunda cumbre. Desde la primera, ésta parecía más alta, pero ahora, mirando atrás, tengo dudas. Allá, en el filo del precipicio hacia el norte, hay otra cota, sin piedras ya. Parece la más alta de todas. Pero nuevamente, al ascender a ella, las dos anteriores parecen incluso más altas. El altímetro no es lo suficientemente preciso, porque incluso estando parado en el mismo punto, se pone a variar de altura dos o tres metros. Es la segunda vez que subo aquí e intento averiguar cuál de las tres cotas es la más alta, y las dos veces me he quedado sin tenerlo claro.



Descendiendo ya del Fernán Pérez hacia el Collado de Campo, en tierras de Omaña


El descenso es monótono y sin salsa, por lo menos en el verano. Fernán Pérez (izqda.) y Miromalo (dcha.)

Mirando hacia abajo, veo las lagunas, las del Baucín. Se ve la más grande, y las dos que están unidas entre sí por un estrecho brazo de agua. A mi derecha, Peña Cefera, que por aquí no impresiona tanto como por su cara nordeste. Peña Cefera es una de las cimas más hermosas de la Sierra de Gistredo, quizá sólo superada por la Peña de Valdiglesia y el Catoute. Es hora de hacer una buena parada y disfrutar de las vistas. He salido tres días al monte de los últimos cinco, siempre rutas largas, y ya lo noto en las piernas. Aún queda una buena tirada. Ivo recomendaba en Pyrenaica descender hasta el Campo de Martín Moro por el Collado de Campo. Es la única opción yendo hacia el norte, porque hacia el sur debería volver obligatoriamente por el itinerario de ascenso. El cordal que baja al Collado de Campo es monótono e insulso. No lo disfruto nada, salvo por las vistas panorámicas. No hay sendas y hay que ir buscando el mejor lugar para evitar los tramos más pesados. Se sube una última cota, y ya comienza el definitivo descenso. Estaba avisado de que el sendero que sube del collado estaba abandonado. Intento localizar los puntos débiles para bajar lo más posible sin tener que meterme en el brezo o los piornos. Al final, ya no queda más remedio. Evito los ábedules jóvenes que crecen justo antes del collado, rodeándolos por su izquierda. Por fin, el collado. No recuerdo cuándo se me terminó el agua, pero aquí ya no tenía, y sí mucha sed. Hace bastante calor. Se llega al Campo de Martín Moro en un santiamén. Recordaba también que Ivo mencionaba una fuente junto a la Ermita de Santiago, pero por más que busco, no la encuentro. No me imaginaba que estaba en el talud de la orilla del río. En otra ocasión, me pareció ver un sendero que recorría la orilla opuesta a la que recorre el camino que viene de Colinas. Quiero ver la cabaña que hay en esa orilla, la del Corral de las Yeguas, que siempre dejo de lado y aún no he visitado. Avanzo por sendero de ganado primero, doblando el espinazo entre los piornos después, y de repente, el terreno se corta y es peligroso seguir. Me cabreo conmigo mismo: sin agua, con la sed que tengo, y me pongo a hacer experimentos. Otra vez a doblar la chepa entre la maleza, y con más sed que antes, en el mismo lugar. Desciendo rápido, deseando que la Fuente de Óscar tenga agua en este momento del verano (finales de agosto). Si no, aún me queda casi otra hora hasta la fuente más próxima. Pero sí, la fuente está pletórica. En ese momento, declaro solemnemente que el agua de la Fuente de Óscar es la mejor agua del mundo. Y el que dijere lo contrario, conmigo y con el filo de mi espada se las habría de ver. Me siento a disfrutar de un placer tan básico como es el de saciar la sed, que no se cambia en estos momentos por los placeres más exquisitos que la vida pudiera ofrecerme.


Las Peñas del río Colinas, que son los riscos más espectaculares del entorno del Campo de Martín Moro

Al llegar al Pontón del Salgueirón descubro que lo acaban de reconstruir. Llevaba casi dos años desmantelado tras la riada, y aunque con poca agua se vadeaba bien el río, una gran parte del año era un auténtico problema. Aquí entro en la zona más sombría del valle, donde el acebal del Paleiro. Más abajo, el Pontón de las Palombas sigue impecable y fotogénico, sobre el embravecido río Boeza. La ruta no tiene ninguna ciencia ya, porque es seguir el claro camino río abajo hasta el pueblo de Colinas. Después me queda la casi hora y media de coche hasta casa. Ha sido un largo día. Bravo, Ivo, ha sido una interesante experiencia.


El Campo de Martín Moro, o Campo de Santiago. Al fondo, a la izquierda, la Cerneya (2.115 m.)


El Pontón del Salgueirón, reconstruido unos días antes, dos años después de la riada



Mapa extraído de Google Maps con la ruta realizada en trazo rojo. Pulsar en la imagen para ampliar



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7 comentarios:

  1. Alto Sil, es un reportaje precioso, por lo que has dicho lo iniciaste en las cruces de la resbaladera,pasaste por la base de las Debesas, el prado de Chanullago llegaste a la campa estrecha que dices que hay un abrevadero, eso se llama la Fana´y llegaste a la cumbre que hay una campa que se llama Campa Granda y como veo vas dirección al sur hasta las Torres de Liriella luego regresas hacia Fernán Pérez, si hubieras sabido muy cerca de la cumbre hubo una majada y al lado hay una fuente de agua que seguro te había venido bien, después lo demás se ve que ya lo conoces bien, aunque te tengo que corregir otra vez ese pontón es el del Salgueirón y el otro aguas a bajo es el de las Palombas, el pontón de Suso ya no existe, estaba donde esta la fuente de Oscar, un saludo.

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  2. Muchísimas gracias, Caridi, por los datos y las correcciones. Ya he modificado los nombres de los puentes que había puesto en el texto. Da gusto tener lectores de la tierra. Me encantaría poder preguntarte muchos nombres que tengo en la cabeza. ¿Sería posible que me enviaras un correo a buenverde@gmail.com para poder contactar contigo?

    Gracias por tu visita

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  3. Gracias a estos comentarios he aprendido nuevos nombres que van a servirme para dar más exactitud a los lugares que voy a describir en mi próximo artículo. Qué bien conocer el nombre de ambos puentes.

    Aunque tengo curiosidad por saber alguno más como es el de la garganta con los saltos de agua que hay antes del puente de las Palombas yendo hacia Colinas.

    Otra cosa. Yo tampoco encontraba la fuente de la ermita y está ahí mismo. Si desde la puerta de la ermita bajas hasta el río encontrarás por medio unos piornos. Justo cuando pases los piornos, a la derecha y abajo verás el caño. Y si llegas al río y te vuelves también la verás. En la próxima ruta que cuelgue en el blog podrás intuir el punto que digo en una foto tomada desde el otro lado del río. Además se verá fijándose mucho en otra foto de una persona vadeando el río.

    Saludos.

    Dani

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  4. Sí, la fuente la encontré la siguiente vez que fui por allí. Contacté con Ivo y me dijo exactamente dónde estaba.

    Un saludo

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  5. Alto Sil, sigo viendo fotos una y otra vez y he visto que hay una que se ve perfectamente Los Fasgadales, concretamente es la nº 14, que tienes un pie de foto "Las peñas del rio Colinas que son los riscos mas espectaculares del Campo de Martín Moro" pues en esa foto se ve a la derecha con bastante vegetación, eso son los Fasgadales, y a la izquierda se ve una meseta redonda que se llama "La peña redonda, ahí solían ir los rebaños a sestiar, un saludo.

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  6. Hola, pregunta rutinasvarias como se llama la zona donde hay unos saltos de agua antes de llegar al pontón de las Palombas yendo en dirección a Colinas, esa zona se llama "El Brañueto", saludos

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  7. Hola. Después de haber pasado una tarde hablando con dos veteranos de Colinas, preguntando los nombres de los sitios en su forma local (y no en las innobles y frecuentes deformaciones que quieren consagrar los mapas oficiales), os apunto unos topónimos que corresponden a algunos de los sitios mencionados y retratados en esta magnífica entrada:
    - Para lo que Caridi ha llamado "Campa Granda", he anotado a los vecinos entrevistados "La Campa Grande".
    - El pico que los mapas llaman "Miromalo" no es denominado así en Colinas. Lo que no sé es si ese pico es lo que ellos llaman "El Muriu" o si se trata de "Las Mustariegas" (aunque este segundo nombre tal vez corresponda al escarpe de 1938 m que queda al norte del pico mencionado). Tal vez Caridi nos lo sepa precisar.
    El collado anterior a la subida a Fernán Pérez se llama en Colinas "La Campa las Mustariegas".
    Los vecinos de Colinas dicen simplemente "Campo", sin artículo, no "El Campo", ni "El Campo de Martín Moro" ni "El Campo de Santiago". Van a Campo y vienen de Campo. No sé cómo lo dirán los de Fasgare, pero cuando pase por el Valle Gordo ya lo preguntaré.
    Y una cosa más: no es ni "el Lliriella" ni "el Fernán Pérez" (asumo que son formas abreviadas por "el (pico) Lliriella" o "el (pico) Fernán Pérez"), sino "Lliriella" y "Fernán Pérez" a secas, sin artículo.
    Por cierto, en la conocida leyenda de la batalla contra los moros de Campo, los de Colinas aseguran que los moros estaban acampados en Fernán Pérez. ¡Menudo sitio para acampar!
    Un saludo y felicidades por el blog.

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