domingo, 23 de agosto de 2009

El valle de Vivero


Amanece un gélido amanecer en Vivero, días antes de concluir el solsticio de verano

Para aquellos que deseen conocer lo más hermoso de las montañas de Omaña, pero a los que por la razón que sea no les venga bien subir grandes cuestas, una de las rutas que yo recomendaría sería la del valle de Vivero. Creo recordar que no hay un repecho de mención en casi todo el recorrido a lo largo del valle aunque, eso sí, se va subiendo muy suavemente de continuo, porque vamos remontando el cauce del río de Vivero.


Brañas de Vivero, con el gran y valioso abedular de Vivero detrás

Aparcar en Vivero no es fácil, porque no hay un sitio específico, y nunca sabemos si estaremos molestando al aparcarlo junto a una casa, o si obstaculizaremos la maniobra en alguna calle. Yo, por ello, siempre lo aparco unos cientos de metros antes de llegar al pueblo, en un amplio espacio junto a la carretera antes de iniciar la cuesta abajo final. Sea como fuere, una vez a pie, debemos cruzar el pueblo cuesta arriba, pero siempre mirando a la izquierda, buscando la pista, al principio encementada, que sale paralela al río. Una vez que la hayamos encontrado, sabremos que es la correcta porque es completamente llana al principio.


Cabecera del valle de Vivero, desde la ladera del Nevadín

A partir de aquí, ya no hay problemas de orientación. La descripción del recorrido por el valle puede ser soporífera, porque realmente no hay nada destacable que contar. Tampoco soy de la tierra, y no hay ninguna anécdota o historia que yo pueda contar. De nuevo -y no es porque sea familia suya ni lleve comisión- remito al lector al libro de Omaña de Julio Álvarez Rubio, donde se describe Vivero en varias páginas bien ilustradas.

Luna llena sobre el puente que atraviesa el río de Vivero y sube a la laguna de Vivero. La montaña al fondo-derecha es el Nevadín (2.078 m.)

En esta jornada, que empecé al amanecer en un ya frío final de mes de septiembre, decidí acercarme, a mitad de valle, a husmear en la pista que sube a la laguna de Vivero, que ya mostré en una entrada anterior en ruta por el cordal. Numerosos indicios por el valle me confirmaban el hecho que ya había intuido en otras rutas por la zona con indicios menos claros: que el oso pardo anduvo ese año por allí, siendo éste uno de los límites del área de la montaña occidental leonesa que ocupa actualmente, porque al este de Vivero ya no hay bosques. Al llegar a la laguna, me topo con una extraña y simpática visión: docenas de burros negros pastando por la zona. Son -según Vitín de Salientes- los asnos zamorano-leoneses de la finca de El Mular, de Montrondo. No recuerdo haber visto jamás tanto burro junto.


Legión asnil en la laguna de Vivero

De vuelta al valle de Vivero, y ya al final del mismo, hay varias opciones lógicas: seguir la pista a la derecha, que nos sube al cordal de Peña Vendimia, desde donde se alcanza su cumbre con suma facilidad; o tomar el ramal un kilómetro antes a la izquierda, que lleva a Salientes a través del Alto de Vivero, desde cuyo alto se puede ascender al Tambarón o al Nevadín, tomemos la pista de la izquierda o la de la derecha respectivamente.


Nevadín (centro) y Peña Grande (derecha, 2.004 m.)

Pero si incluyo la ruta en este blog, por algo será. Pues precisamente porque no fue por ninguna de esas dos pistas por donde continué la ruta. Me había fijado en dos ocasiones que alguna especie de senda salía de frente, atacando el Nevadín por su ladera más vertical. Que ese sendero fuera a alguna parte o no estaba por ver. Y a eso iba este día. De entrada, dejando el amplio corral en ruinas de la izquierda de la pista, donde hay un chozo también caído, partía una senda de ganado hacia la ladera que cierra el valle. Pasaba junto a otro chozo más, donde empezaba ya a ganar fuerte pendiente. Seguía avanzando, ya por terreno más difícil y sendas menos marcadas, ganando terraza glaciar tras terraza glaciar, hasta que, ya debajo de Peña Grande, aquello moría por completo. Justo en la base de las rocas de Peña Grande (el risco que hay en la arista entre Nevadín y Peña Vendimia) se intuía un sendero horizontal que atravesaba la montaña desde las Joyas (hoyas) del Nevadín hacia Peña Vendimia. Pero para alcanzarlo quedaba lo peor del recorrido, por muy fuerte pendiente y agarrándome a los arbustos para poder avanzar. El sendero resultó ser un desbroce incompleto muy incómodo para caminar. Al llegar al borde del pequeño circo, el sendero aparece ya muy pisado y trepa por unas rocas para salir ya a uno de los cordales del Nevadín.


Chozo en ruinas en el ascenso al Nevadín


Se van ganando terrazas, hasta que se acometen los últimos metros hasta la base de Peña Grande (centro)


De izquierda a derecha, Peña Grande (2.004 m.), Pico Chagunón (2.027 m.) y Peña Vendimia (2.009 m.)


Antecima del Nevadín (2.078 m.)


Vista de la primera mitad de la ruta de ascenso, desde el hombro del Nevadín donde doy por concluida la ascensión

Desde aquí podía haber accedido a la cumbre del Nevadín en menos de media hora, pero acabo de subir por ahí hace pocas semanas y no me apetece volver a repetir. En su lugar, decido bajar por una pista que no aparece en el mapa y que concluye en el punto donde la abandoné, al pie de la montaña. Vitín me decía el otro día que no había ni un solo lobo en Salientes, a pesar de que le comenté que vi uno hace dos años. También le indiqué los treinta excrementos de lobo que me encontré este día bajando del Nevadín, pero me contestó que serían de perro. De perro no eran, porque estaba allí expuesto todo el surtido posible: con pelo de jabalí, de corzo, casi completamente blancos de tantos fragmentos de hueso, y alguno de tamaño colosal. En todos estos años he encontrado ya tantos, que rara vez los fotografío, por lo que sólo tengo una foto de ese día. Eso sí, el más llamativo lo guardé en una cajita y lo llevé para casa, donde pocos días después Eduardo me confirmó que era claramente de lobo.


Excremento de lobo en el valle de Vivero

Por supuesto, no vi un alma ni a la ida ni a la vuelta. Si ya eso es lo habitual en el Alto Sil, ¿cómo no lo iba a ser en Omaña?


Abedular de Vivero





Mapa extraído de Google Maps con la ruta realizada en trazo rojo. Pulsar en la imagen para ampliar



Mapa global del espacio natural Alto Sil con la ruta realizada en trazo azul. Pulsar en la imagen para ampliar




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lunes, 17 de agosto de 2009

En el fondo del mar, matarilerilerile...


El embalse de Las Rozas, en la entrada al valle de Laciana

Pues sí, hombre, en Laciana tenemos mar.

Esta bieeeen, no es el maaaar, que es un embaaaalse. Pero igual que le llaman al embalse de la Cuerda del Pozo el 'Mar de Soria', o al embalse de Mequinenza el 'Mar de Aragón', al embalse de Las Rozas yo he decidido ahora mismo llamarle el 'Mar de Tsaciana'. Y hombre, si entramos a debatir si estamos mejor con mar o sin él, pues bueno...

Cuando el embalse está a rebosar, que algunos años sólo es unas semanas, el embalse de Las Rozas, que parece un lago si no ves la presa, realza la belleza del valle, con el azul marino bajo el intenso verde primaveral que comienza justo a ras del agua. El resto del año, especialmente cuando acaba el verano, o vacían el embalse, su imagen afea más que embellece. Yo no conocí el valle cuando no había embalse, pero dicen que los mejores prados de Rabanal de Abajo son los que ahora están bajo las aguas. Sí he visto una fotografía en blanco y negro en la que se ve de lejos lo que ahora ocupa el embalse, y no tenía mala pinta, la verdad.


El embalse, casi vacío. Aún ha llegado a estarlo más



Además, este embalse ni siquiera se construyó para riego ni abastecimiento, sino para aprovechamiento hidroeléctrico. Un canal subterráneo lo conecta con el embalse de Matalavilla, que a su vez se lleva una porción importante del agua del río de Salentinos -por otra toma que atraviesa la montaña de un valle a otro-. Y del embalse de Matalavilla, otro conducto invisible lleva el agua hasta el embalse de Las Ondinas, donde se encuentra la pequeña central hidráulica que supone el fin de tanto jaleo.


El embalse de Las Ondinas, con la pequeña central hidráulica, río Sil abajo

Los ríos cantábricos se encuentran absolutamente plagados de presas y diques para aprovechamiento hidroeléctrico. Y aún así, todavía hay en proyecto docenas más. Están los que dicen que no podemos protestar si queremos luego tener luz en casa para encender el microondas o el ordenador, porque no es coherente. Seguramente el despilfarro eléctrico que hay en España a todos los niveles tampoco es coherente, y sería mejor intervenir ahí, que seguir destruyendo los cauces de los ríos, o arruinando comarcas enteras con autovías eléctricas que sólo favorecen a las empresas que los construyen y explotan, y a los políticos que tienen que justificar ante la opinión pública esas comisiones que todos sabemos que ya han cobrado y que ellos intentan disimular, esgrimiendo estúpidas argumentaciones para convencernos de los beneficios de su construcción.


El puente que asoma cuando bajan las aguas

Pero bueno, yo no sueño con que el embalse de Las Rozas desaparezca del mapa, porque es casi como pretender que un parque eólico se desmonte y deje la montaña limpia. Unos y otros, cuando vienen, se quedan para siempre. Así que, ya que está ahí y no se puede remediar, hay que buscarle lo positivo que se pueda extraer de él. De momento, lo saco en algunas fotografías cuando está lleno, y da contraste al color general del valle.


Cola del embalse, con el río de Caboalles, antes de unirse al Sil, y el puente del tren minero de fondo


Bajo el puente de tres ojos, ambos ríos se unen cuando no hay embalse


Una magnífica obra de ingeniería que está a punto de desmoronarse ya. Detrás, el monte de Matalachana

Otra de las ocasiones en que se puede rentabilizar paisajísticamente el embalse, a pesar de ser la época en que más desluce el entorno, es cuando, cada varios años, se vacía para alguna razón que no conozco. Entonces asoma el enorme puente de cantería de roca arenisca de tres ojos, y los muros de antiguas fincas, junto con los fotogénicos esqueletos de los árboles. Todo ello, junto con la característica tierra cuarteada que se suele mostrar en los carteles anunciando la desertificación de España o del mundo.


Lo que la naturaleza hizo verde fértil, el hombre convirtió en ocre estéril


¿Qué es más? ¿Bello o triste?


Hace dos años, allá por el mes de noviembre, era uno de esos momentos en que el embalse se queda reducido a la centésima parte de su capacidad. Es el momento de explorar sus entrañas secas, accediendo a él desde el parque de Las Rozas, aunque también se puede hacer desde Rabanal de Abajo. El mundo que se nos ofrece a la vista es completamente nuevo, y en cierta medida, interesante. Sin que ese interés supere la tristeza de ver lo que un día fue algo bello, y ahora es un gigantesco cementerio.














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miércoles, 12 de agosto de 2009

I Encuentro de Globeros del Lejano Oeste


Un encuentro de Globeros cualquiera

Pues sí, como veo que nadie (unos porque están en huelga de teclado caído por las vacaciones, y otros por la razón que sea) publica nada al respecto, y sé que hay más de un internauta expectante por saber si al final tuvo lugar - y qué rayos sucedió - en el encuentro de globeros del Lejano Oeste que organizó María del Roxo, voy a romper el hielo. El encuentro se realizó, aunque hubo modificaciones al programa previsto. El temor previo era sobre si la sombra de los árboles en el área recreativa Los Molinos de El Rebollar sería suficiente para aminorar el calor, si es que éste iba a ser uno de esos días en que pega a gusto. Pero en ese respecto, no hubo problema. Más bien, el problema fue todo lo contrario: que hizo demasiado frío como para plantearse siquiera asomar por allí para el almuerzo. Y encima, orbayando de vez en cuando, para empeorar las cosas.


Dos asistentes al I Encuentro Globero del Lejano Oeste

Los más madrugadores fueron María I. y sus acompañantes (marido, hermano y cuñada), que llegaron media hora antes. Poco después aparecieron el Bandido de Tormaleo, la Marquesa, Ángel, María del Roxo, el Xastre, un servidor y el Tsobu de Laciana. A continuación, Eminosuke, Carlos de Sebastián y acompañante. Algo después, Gonzalo y su mujer. Y debido a que se les había escapado el perro, tardaron algo más Suso y Noé. Se lamentó la ausencia forzosa de José de Mingo, El Chapras y Mari, El Bao, Rosa Cunqueira y Victorino, Eustaquio, Rinubeiru, o El Trasgu de Cadavín. Bastante suerte hubo que pudieron estar casi todos los que tenían que estar. María I. venía nada menos que desde Alicante sólo para el encuentro globero, lo que es muy de agradecer.


Varios de los globeros posaron con el célebre sombrero de María del Roxo

No sé por parte de los demás, pero yo me llevé grandes sorpresas al ver el envoltorio físico de algunos de los personajes virtuales que conocía desde hace algunos meses. Sorpresas del tipo de que cuando esperaba encontrarme a una persona joven me encontraba a alguien cuarenta años mayor o todo lo contrario, como ese paisano con bastón y achaques que estaba convencido que iba a encontrar, que resultó ser un chico de treinta y tres años. En fin, divertidas sorpresas. También las personalidades diferían bastante en algunos casos. Algunos de breve texto en internet luego en persona no callan, y viceversa. No voy a dar detalles, porque el precio para descubrirlo consiste en acudir a los próximos encuentros.


Todos los asistentes llevaban una etiqueta identificativa con su nombre impreso. Estaba terminantemente prohibido el anonimato, bajo pena de cincuenta latigazos

La jornada fue realmente entrañable. El ambiente, magnífico. La meteorología exterior, horrorosa. Tanto, que gracias a los dueños del bar de Fondos de Vega (Fonduveigas), que nos dejaron el salón de su magnífica y recomendable casa rural contigua, pudimos celebrar la comida bajo techo. No llegábamos a veinte personas, pero había comida y bebida para cuarenta. Algunas empanadas y tortillas hicieron el camino de regreso a casa casi enteras. La tortilla de patata del Xastre (aunque habrá que decir que no la había hecho él - lo siento, Manolo, soy un chivato-) desapareció en breve. La mía, en cambio, que no es porque la hiciera yo, pero era magnífica, quedó sin tocar, aunque más tarde, como luego contaré, hubo ocasión de dejar el plato limpio. El bizcocho de Rinubeiru, que no pudo asistir con el Tsobu, perdió volumen en un momento, pero también hay que decir que bizcochos como ése son de premio gastronómico.


Rinubeiru no pudo acudir al evento, pero nos envío a través del Tsobu este suculento bizcocho



Estoooo..., ¿a que tiene buen pinta? Pues la hice yo, pero había tanta comida en la mesa (otras dos tortillas de patata) que casi vuelve enterita a casa. La visita a Cai Sebastián y la necesidad de algo sólido para acompañar la sidra supuso su fin

Las casi seis horas que permanecimos sentados en Fonduveigas pasaron volando, pero ni siquiera fue suficiente, porque los asistentes (salvo alguno que tuvo que partir por motivos familiares) querían más guerra. Eminosuke ofreció una visita a su casa de Degaña, donde correría libremente la sidra, y todos los que aún quedaban allí se apuntaron prestos. En varios coches, pero sin llegar a causar embotellamiento, partió la comitiva hacia la capital del concejo. Allí, en el corral, los culines de sidra se multiplicaban, la tortilla del que suscribe, con una rodaja de pan por cabeza, se volatilizó, y no hubo más remedio que partir cuando ya se estaba echando la noche encima, y algunos ya empezábamos a tiritar de frío.

Uno de los globeros (blogueros) escanciando sidra en Cai Sebastián, de Degaña

Dado que la mitad de los asistentes al encuentro reside en Madrid, se propuso hacer un futuro encuentro en el restaurante Encinas Menú de María I. También María del Roxo ofreció un amagüestu en la cocina vieja de A Casa del Roxo. Ya se verá. Los asistentes quedamos muy contentos con la experiencia y con el hecho de haber puesto cara a los que ya eran amigos virtuales, y que ahora lo serán reales.

Ah, y otra cosa, si hubo unanimidad en este encuentro globero para condenar algo o a alguien, eso fue a las actividades tenebrosas del principal delincuente de nuestro territorio, que no es otro que D. Victorino Alonso, el Señor Oscuro, o como la mayoría de asistentes nombró, Don Vito. Se oyeron por allí historias espeluznantes y los globeros de Degaña intercambiaban con los de Ibias y Laciana su versión territorial de las barbaridades del empresario minero. Y es reconfortante que entre tanta gente de bien como acudió al encuentro, el veredicto final sobre las actividades del mafioso del carbón sea idéntico. Es un espaldarazo para los que luchan por la justicia ver que detrás de ellos hay un núcleo de población que tiene las ideas muy claras, aunque sea de momento pequeño (el resto, o tiene miedo o está atado laboralmente al Monstruo).


Un buen porcentaje de los asistentes al encuentro son vecinos de la parroquia de Tormaleo, donde tienen que convivir con esto, a cien metros de distancia de sus hogares. Mina a cielo abierto de Tormaleo, por obra y gracia de D. Victorino Alonso García


Hermosos pueblos del hermoso concejo de Ibias, arruinados paisajísticamente por la minería a cielo abierto. En la foto, Villares de Arriba, con la mina, ya abandonada, y según el empresario minero, "con el terreno restaurado". ¡Hay que joderse!

Algunos de los que hemos realizado blogs o comentamos en blogs vecinos, tuvimos en un principio muchas dudas sobre si hacer alguna de las dos cosas. Eso de escribir y que te estén leyendo desde todas partes produce al principio un poco de temor, casi tanto como tener que hablar en público. Dimos el paso, y poco a poco, vimos que no era para tanto, y ahora ya escribimos y comentamos con la mayor naturalidad, algo que antes parecía todo un mundo. Gracias a eso, hemos entrado a formar parte de este micromundo, en el que la mayoría nos interesamos por la cultura, la naturaleza y el desarrollo de nuestras comarcas. Donde no había nada, ahora hay un grupo de personas unidas y compenetradas que comparten opiniones, ideas e incluso proyectos. Comarcas como Laciana, Degaña o Ibias, que si aparecen en los mapas es casi por caridad, ahora, gracias a algunos de sus ciudadanos, que con frecuencia han tenido que emigrar y escriben desde la gran ciudad, van empezando a sonar. No es mucho, pero es algo donde antes no había nada. Todo ello con un medio gratuito y sin ánimo de lucro, como son estos blogs. Damos una parte de nuestro tiempo semanalmente para ofrecer algo al resto de blogeros y al resto del mundo. Algunos comentaristas se han terminado contagiando y, o han hecho su propio blog, o lo tienen en mente. Blogs como el de María del Roxo se han convertido en un punto de encuentro virtual donde asiduamente los visitantes se asoman para ver qué hay de nuevo, como a su serie de televisión favorita, y a ver los comentarios y la conversación que se crea entre sus seguidores.

Hay muchos lectores de estos blogs que son asiduos, pero que no se han atrevido aún a comentar. Puede parecer para el observador recién llegado que siempre comentan los mismos y que es un grupo cerrado, pero la prueba de que esto último no es así es que la mayoría de los que acudimos a este encuentro no nos conocíamos de nada, de ahí las sorpresas al ver cómo realmente éramos en persona. Algunos comentaristas se incorporaron al poco de crearse un blog y ya están familiarizados entre sí, pero otros se sumaron sobre la marcha, y en pocos días se encontraban perfectamente integrados. No hace falta ser un filósofo o un literato para dejar un comentario. Un comentario sincero o dejado con el corazón es más valioso que uno elaborado o ingenioso. No son blogs para dejar a la gente con la boca abierta, ni de un nivel cultural reservado para la élite intelectual. Contamos cosas sobre nuestras comarcas: unos sobre etnografía, otros sobre costumbres, otros sobre la fauna o la flora, sobre las gentes de sus pueblos, o sobre las montañas y las rutas a pie.


Uno de los extremos de la mesa, donde convivían pacíficamente súbditos de Degaña, Laciana e Ibias

Entre los habituales de estos blogs y los que asistieron al encuentro hay representantes de todos los sectores de la sociedad (ex-mineros, docentes, ganaderos, oficinistas, psicólogos, comerciantes, funcionarios, empleados de todo tipo...). Todos hemos conectado con todos y ha fluido la conversación y la complicidad. Unos hablaban, otros escuchaban, nadie miraba el reloj. Ha sido una gran idea este I Encuentro de Globeros (Blogueros) del Lejano Oeste. Que haya muchos más.


Otro encuentro globero (escritores de globs)

P.D. Todas las fotos de este reportaje (menos las de los globos) son gentileza de María del Roxo - la promotora de este encuentro- , y se pueden ver en este enlace de Flickr




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lunes, 10 de agosto de 2009

Vitín


Vitín, bajo el Tambarón

En el pueblo de Salientes, ése tan escondido al final de un valle aparentemente sin final, apenas residen diez habitantes durante el largo (larguísimo) invierno. Cuando llega el verano, muchas de sus numerosas casas reciben a los exiliados que llegan desde todos los puntos de la geografía ibérica. Entre los habitantes que viven en Salientes de quieto, sólo dos jóvenes, Mónica y Antonio, que se embarcaron en la aventura de una peculiar y original casa rural que, con el tesón e ilusión que ponen para hacer las cosas, les va dando para vivir. Entre el resto de habitantes fijos del pueblo, está un tío-abuelo de Mónica, Vitín, al que me presentó el otoño pasado.

Por mi afán de descubrir los nombres originales de parajes y montañas de estas tierras, salieron en la conversación con Mónica algunas preguntas sobre "cómo le llamáis aquí a aquella peña, o a aquella campera".

- Mira, eso mejor te presento a mi tío Vitín, que es el que mejor lo sabe.
- Delia también sabe muchos nombres
- Sí, a veces se enfrascan en amigables discusiones entre los dos por los nombres de los sitios

Era octubre, y vista la tendencia habitual de los últimos inviernos de ser no ya sólo puntuales a su cita, sino incluso remolones y tardones, quedamos Vitín y yo en salir un día de excursión y contemplar el valle desde algún buen mirador, previendo un habitual final meteorológico de mes de octubre. Pero enseguida llegó la primera nevada de la temporada, seguida de inmediato por otra más, las grandes nevadas de diciembre, y todas las demás. Cuando volví por Salientes en abril, Vitín tenía trabajo acumulado sin hacer por el duro invierno como para varios meses.

El otro día quedamos por fin, aunque fuera simplemente para subir hasta Brañarreonda, desde donde se domina casi todo el territorio del pueblo, a excepción del valle de Braña la Pena, el de Prao Viejo y el de Prao Rabón. Ya mismo desde el pueblo, saliendo por la pista de Vivero, me sorprendió el buen paso de Vitín, que con 75 años camina igual de veloz que un montañero medio cuarenta años más joven. Al regreso, por otro camino en peor estado, también me llamó la atención la agilidad con la que se movía de piedra en piedra, inusual para un hombre de su edad que ha llevado una vida dura y llena de incomodidades. Aunque viéndole, sin un gramo de grasa, y teniendo en cuenta que lleva hechos más kilómetros que un transbordador de la NASA, tampoco es realmente de extrañar su estado de forma inmejorable.


Antiguo carro, adaptado con neumáticos, en la casa de Vitín

Vitín tenía ocho hermanos, de los que ya sólo le queda uno, de 90 años. Quedó soltero en casa de sus padres, hasta que la vida le dejó completamente solo. Sobrevive con una pensión de 500 euros al mes, que no le permite reparar una porción importante del tejado, porque supondría una suma importante de dinero. Considera que vive en el umbral de la pobreza, y aunque hay quien diga que estas personas, y en un pueblo, apenas gastan, ya querría yo verles manejarse, aunque fuera en un pueblo, con 500 euros al mes, y conseguir ahorrar además para los gastos de emergencia que puedan surgir.

Lamento no haber llevado la grabadora para poder conservar la conversación con Vitín. Lamento no recordar todos los términos, vocablos y expresiones que iban apareciendo. Lamento no poder retener todas las anécdotas que surgían. Lamento que este tipo de conversaciones, dentro de unos años, serán algo de un pasado que nunca va a volver. Porque reflejan una vida que apenas cambió durante mil años, pero que de la noche a la mañana se nos ha evaporado de entre los dedos. Una vida que yo no querría y seguramente no sería capaz de vivir, dura, cruda, áspera, cruel, injusta, pero que forma parte de nuestra historia y por la que quizá no estamos haciendo lo suficiente por conocer, ahora que está a punto de extinguirse. La vida de Vitín y la de otros millones de habitantes anónimos de una España que hemos conocido de lejos, no puede pasar de largo sin dejar testimonio, porque simplemente sería muy injusto.


La Peña de Valdiglesia (2.134 m.), la más alta cima de la sierra de Gistreo, desde el alto de los Cotrichones

Vitín apenas fue a la escuela. El maestro del pueblo apenas enseñaba nada, porque no tenía nada que enseñar. Lo poco que aprendió, fue a través de clases particulares. Como casi todos sus vecinos, la mayor parte del tiempo que no pasaba en la escuela, lo empleaba ayudando a la familia en las tareas del campo. No era explotación infantil; simplemente, una familia necesitaba de todas las manos de la casa para poder sobrevivir. A cada año le seguía otro año exactamente igual. Sin vacaciones, sin viajes, sin playa, sin pagas extra, sin fines de semana, todas esas cosas modernas sin las que la vida nos parecería hoy en día insufrible. Año tras año y tras año, hasta llegar a la jubilación. 30 años cotizando, para cobrar una misérrima pensión de 500 euros en el otoño de la vida. ¿Cuántos de nosotros seríamos capaces de vivir una vida así?

Pues seguramente por costumbre y resignación, estas personas muestran su disconformidad, pero de una manera serena, sin grandes aspavientos. Ellos saben que les ha tocado bailar con una época mucho más fea que la que acompañó a las generaciones posteriores. Pero como dice Vitín, "peor era antes, que vi en la posguerra a hombres de 80 años tener que segar para poder comer".

Como era inevitable, salió a colación el tema del lobo. Aún no he conocido a un ganadero de esa generación (seguramente los ganaderos actuales no pensarán muy diferente) que quiera tener un lobo a menos de cien kilómetros de distancia. Seguramente hasta los conservacionistas más acérrimos, si hubieran nacido ganaderos y si para ganarse el alimento tuvieran que impedir a toda costa que el lobo les matara el ganado, terminarían pensando lo mismo. Yo no soy ganadero, y deseo que el lobo siga viviendo en nuestras montañas, pero entiendo perfectamente que quien tiene ganado y lleve una economía de subsistencia, desee lo contrario. Y más antes, en que no había compensaciones económicas de la administración por las cabezas de ganado muertas. Como, según Vitín, aquel vecino al que le mataron hace mucho tiempo 18 vacas y terneros en el valle de Peña Vendimia, que quedó al borde de la ruina, lo que es lo mismo que al borde del hambre. Antes, o comía el lobo o comía el hombre.

Tampoco salió muy bien parado el oso, aunque, al ser menos dañino, es menos enemigo. De nuevo, un animal al que el paisano prefiere encontrarse lo menos posible. Todo esto hace que la conservación de estas especies dependa de un profundo esfuerzo de las administraciones, que sin duda contribuirá a que hombre y fiera convivan de una forma mínimamente razonable. Y ese esfuerzo no se está haciendo adecuadamente en el caso de Castilla y León, donde las indemnizaciones por daños del oso o del lobo se realizan mucho más tarde, y por menor cuantía de las que se dan, por ejemplo, en Asturias.

Volviendo a la historia que hoy me ocupa, había quedado con Vitín en su casa. Salientes es un pueblo bastante grande, teniendo en cuenta donde se encuentra enclavado. No estaba seguro de ser capaz de encontrar la casa, de la cual apenas tenía recuerdos, ya que Mónica me llevó allí hace diez meses, y ya se sabe que se aprende mejor un camino yendo una vez solo que veinte acompañado. Al pasar enfrente de Mil Madreñas Rojas me salió al paso un viejo amigo, Babú, el perro de la casa, con el que compartí un par de rutas, una de las cuales describí hace algún tiempo. Lo encontré más gordo de lo habitual. Luego me explicaría Antonio que desde la desaparición de Brown, el otro perro de la casa, no ha vuelto a acompañar a nadie al monte, está triste y ha ganado peso.


Babú. Al fondo, la Peñona de Brañalibrán (2.018 m., centro) y Peña Carnicera (2.034 m., dcha.)

Cuando llegué adonde me parecía que estaba la casa de Vitín, golpeé con la aldaba en la puerta y di algunas voces a Vitín, mientras esperaba con Babú su aparición. A los pocos minutos, la puerta se abrió y, efectivamente, aquella era la casa de Vitín, que en breve se unió a nosotros preparado para la breve excursión. Según salíamos los tres del pueblo, me acordé de una historieta que oí el año pasado a otro pariente de Mónica que vive en una casa junto al camino, de cómo mientras estaban varios parientes de charla al anochecer sentados a la puerta de casa, el oso entró en la huerta a sólo unos metros de distancia de ellos. Según me explicó Vitín, también el peludo ha hecho una visita reciente al pueblo hace muy poco.

Anécdota tras anécdota, alcanzamos Brañarreonda, donde nos cruzamos con tres burros, de la raza zamorano-leonesa, según Vitín, y posiblemente en fuga de la finca de El Mular de Montrondo, donde los hay por docenas. Ya en la amplia cumbre de Los Cotrichones, excelente mirador, Vitín fue poniendo nombre a más parajes, laderas y prados de los que el mapa me permitía encajar. Lo más complejo era poner nombre a los lugares desde allí ocultos. Y me sigue sorprendiendo el hecho de que en los pueblos, el nombre de la montaña en ocasiones no tiene la más mínima importancia. "Esta ladera se llama así, aquella devesa se llama tal, el abeseo de esta otra manera, a los praos debajo del camino les llamamos tal", pero ¿y la cumbre? ¿y la montaña en su conjunto? No tiene nombre... ¿A quién le importa? Total, los montañeros vienen de fuera. Si no hay pasto para el ganado en una cumbre, ¿qué interés tiene subir hasta allí? Y los arroyos: "de este punto a este punto, le llamamos la Riguera del Chanón; el siguiente tramo, -de unos centenares de metros-, es la Riguera de Las Llamas, y hasta el pueblo es el río del Barrio". Ya, ¿pero el arroyo en su conjunto? "No, nosotros le llamamos según el lugar por donde pasa". Tres nombres en poco más de un kilómetro...


Vitín, contemplando la pista que se dirige a Vivero

También me choca la resignación y aceptación con que asumen los errores toponímicos en los mapas, que después de varias décadas, han adoptado montañeros y escritores, hasta llegar a sustituir al nombre que se ha usado en la zona durante siglos. Al paso de Salientes a Vivero le llaman en Salientes el Alto el Puerto, o el Alto de Vivero; en los mapas figura como Alto del Portillín. "Sí", decía Vitín, "ahora también le llaman así". Ya, pero, ¿en Salientes alguien le llama así? No. Bueno, pues eso es lo que importa, sobre todo teniendo en cuenta de que en Vivero tampoco le llaman de esa forma.

Comparo los nombres del mapa, el de 1:25.000, que me da más espacio para escribir la cascada de nombres que me suelta Vitín, y veo que algunos de los pocos que vienen en el mapa están a dos kilómetros de distancia del lugar que les corresponde, y casi ninguno de los demás en su sitio. Un auténtico desastre. Los nombres de cumbres tampoco coinciden apenas. Por supuesto, el Miro de Rabón lo es de Rabón (Prao Rabón) y no de Rabén, como aparece en el mapa militar y que está cobrando tanto auge ahora, que este último nombre es el que figura en todos los escritos y entradas en internet. La Peña de Valdiglesia (Valdiresia, como más dice Vitín) ya es oficialmente Valdeiglesias y eso tiene también poco remedio. La cumbre sur del Tambarón no es La Peñona ni la Peña de la Portilla, ni para los vecinos de Salientes ni para los de Montrondo, pero ese error cartográfico también va a ser muy difícil ya de solucionar. Peña Carnicera es la que los mapas y libros llaman Peña de la Rebeza. Y suma y sigue...

La gente joven de los pueblos ya no sabe tantos nombres de parajes como sus padres y abuelos, a excepción de los pocos que ponen un gran interés en aprenderlos (Suso de Degaña, Carlos de Sebastián, Eminosuke...). Si no se registran todos esos nombres pronto, y se subsanan los errores de la cartografía existente en el mercado, estaremos borrando de un plumazo el patrimonio cultural de nuestros pueblos para siempre. Recuperar toda esta información supone un esfuerzo, dar con la persona adecuada (y que esté dispuesta a colaborar, que no siempre se encuentra en todos los pueblos), y sobre todo, tener un buen conocimiento del terreno, para poder encajar cada nombre en su sitio, tarea que os aseguro que no es nada fácil.

Al final de la ruta, le pregunté a Vitín sus apellidos, por aquello de poder mostrar mi agradecimiento a su desinteresada ayuda en algún sitio como este blog. Pero me insistió, en cuatro ocasiones, que no quería que su nombre figurara en ninguna parte. Que esto lo hacía sin esperar nada a cambio, y que "a estas alturas de la vida ya no se iba a colgar medallas". Hablándolo luego con Antonio y Mónica, me dijeron que no hiciera caso. Así que he decidido coger el camino del medio, y aquí será simplemente Vitín, al que reconocerán solamente aquellos de la zona, la inmensa mayoría de los cuales ni tienen internet ni sabrán siquiera cómo encender un ordenador. Vitín ha vivido una vida de privaciones, sin lujos ni la mayor parte de las ventajas que ofrece la vida moderna (salvo cuando su sobrina se lo llevó unos días nada menos que a Finlandia, de la que aún se acuerda con la boca abierta).


Vitín

Estoy harto de ver en los medios de comunicación homenajes, premios, monumentos y galardones a famosos y poderosos, que ya lo tienen todo, y encima reciben todo lo demás. Luego están esos millones de personas anónimas, a los que la madre naturaleza no ha regalado el don de la elocuencia, de la belleza excepcional, de sobresalir en alguno de los diferentes tipos de inteligencia, o simplemente de la caradura suprema, y que pasan del nacimiento a la muerte por esta vida llevando una vida exigente, incómoda, sufrida, ganándose duramente el jornal, y, como en el caso de Vitín, encontrándose con una pensión de miseria para malvivir el fin de sus días. Personas que han conocido el sufrimiento y a los que nunca se les va a hacer una placa conmemorativa, ni que van a dar nombre a calle alguna. Ellos son los pilares de este mundo, cuyos frutos disfrutan demasiado unos pocos, y nada todos los demás.

Aunque no voy a mostrar aquí tus apellidos, ya que después de una larga vida de humildad te has acostumbrado demasiado a ella y crees que no mereces ser reconocido y homenajeado, la entrada de hoy de este insignificante blog está dedicada a ti, Vitín, que sin conocerme de nada me has prestado varias horas de tu tiempo, sin esperar nada a cambio. Y que sepas que todos esos poderosos que tanto tienen, carecen de algo tan importante y tan humano como es una generosidad como la tuya. Pero el mundo siempre fue injusto, y seguramente lo seguirá siendo durante mucho tiempo. Quizá poco a poco, si hacemos un esfuerzo, un día los nombres de calles y los 'hijos predilectos' de nuestras poblaciones estén dedicados a quienes realmente se lo merecen. Como Vitín. Y como tantos otros.



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