jueves, 23 de abril de 2009

El Bosque Misterioso, o el Bosque del Tsobu


Nevadín (2077 m.), desde los prados al pie de Matalachana. Parece mentira que a pocos de metros de aquí haya un polígono industrial, ¿verdad?

Quedar para salir al monte con el Tsobu de Laciana viene a ser tan difícil como conseguir una cita para comer con Eva Longoria o Jennifer López. A pesar de ello, he conseguido - a base de puro perseverar - que coincidamos tres o cuatro veces en estos últimos años. Poco tiempo libre, obligaciones familiares, el no poder resistirse a una buena siesta cuando se le mete entre ceja y ceja, mal tiempo justo el día en que habíamos quedado... , la verdad es que cuesta sacar al Tsobu de su lobera.


El Tsobu de Laciana, en su área de campeo

Da gusto caminar con el Tsobu por su territorio. Cada día de monte es un día de aprendizaje, y de grata conversación, que carga con toneladas y toneladas de sentido común, ese bien tan escaso. Por otro lado, al Tsobu a veces hay que darle un poco de cuerda. Para ello, nada mejor que su señora, Rinubeiru, que lo hace de mil amores. Y es que Rinubeiru (versión pachueza del Nuberu, ese ser mitológico responsable de las tormentas), es exactamente eso: una tempestad. Pura energía, para la que aún no ha encontrado un canal apropiado por el que canalizarla, la vierte sobre el pobre Tsobu, que llega un momento en que ya no sabe por donde le llegan los rayos y truenos. Pero es el ensamblaje perfecto: mente vs corazón; letargo vs energía; reserva vs espontaneidad.


Tsobu y Rinubeiru = Sensatez y Energía


En la base de Matalachana, durante la 1ª Nevadísima

Hace un año, el Tsobu me hablaba de ir a desbrozar un sendero en Matalachana, esa gigantesca montaña encima del polígono industrial de Villager y del embalse de Las Rozas. Los meses pasaban, y no aparecía el momento de ir. Una ruta corta, tan corta que no ibas a estropear una buena mañana de buen tiempo, pudiendo dedicarla a otras tareas de más larga duración. Pero demasiado larga para ir cuando se anda muy mal de tiempo. La cuestión es que otros, cazadores o quién sabe, la desbrozaron entretanto. Pero aún así, seguía en pie el ir a recorrerla. Matalachana es una montaña que sólo tiene un sendero: el que sube a las Brañas de Buenverde, en el extremo oeste de la montaña. Luego, hasta Villarino del Sil, ni un solo trazo durante kilómetros. Una montaña virgen completamente. Ardió hace unos cuantos años, pero la regeneración del monte y el bosque fue bastante rápida. Aún se perciben, mirando atentamente, muchos árboles de color blanco, que no son sino los esqueletos de aquellos que ardieron aquellos días. Pero la Naturaleza los va disimulando lentamente, porque, afortunadamente, a la larga, ella sigue siendo más fuerte que nosotros.


Matalachana, con el profundo tajo de El Vachinón, vista desde la Vía Verde de Laciana, ahora itinerario peatonal


Prados al pie de Matalachana

Al final, con o sin el Tsobu, decidí ir a explorar. Este invierno, durante un recorrido por la base de la montaña con Tsobu y Rinubeiru, cuando la Nevadísima, me indicó Tsobu el punto en que el sendero partía ladera arriba. Con más de medio metro de espesor de nieve, costaba imaginarlo, la verdad. Pero así era. Enfrente del cámping de Laciana, al otro lado de la carretera general Ponferrada-La Espina - alias CL-631 -, parte un camino que cruza el río de Caboalles, en dirección a una pequeña cuadra. A la derecha, pegado a la carretera, un molino. Sigue entre muros, junto a grandes prados horizontales con ganado, hasta que, al llegar a las primeras escobas, el camino se estrecha y una estrecha senda parte perpendicular, en dirección sur. Ésa es la senda en cuestión. Las grandes nevadas de este invierno han vencido los arbustos sobre el sendero, y en algunos tramos hay que abrirse paso, aunque sin mayores problemas. Rápidamente, el paisaje abre, y me encuentro en un abedular, relativamente joven, que da paso a un robledal de edad parecida. Me llama la atención el aterrazamiento del terreno, de corte uniforme, que deduzco obedece a la mano del hombre.


Entro en el Bosque Misterioso

Llama la atención a mi izquierda una silueta que no pertenece al bosque. Me acerco a investigar y encuentro una estructura de troncos, techada con escobas, en el que cabrían dos personas tumbadas a lo largo. Está en mal estado, aunque la tierra de su interior parece que ha visto alguna visita. A su lado, un poste con una casa de madera en miniatura plantada en lo alto. No es éste el primer indicio de la visita del ser humano, ya que unos centenares de metros antes, junto al sendero, un techo de escobas tumbado en el suelo del bosque, y unas tablas, indicaban que allí se construyó algo tiempo atrás. Continúo ascendiendo, por un tramo muy empinado, a la siguiente terraza. Poco antes, de nuevo a la izquierda, algo extraño resalta entre unos abedules jóvenes, muy apretados. De nuevo, vuelvo a desviarme para observar: es algo, no sé muy bien qué, subido a metro y medio de altura, entre los troncos de los árboles, con una rústica escalera de madera en la base, y a la que le faltan algunos peldaños.


Primer intento, fallido, de colonizar el bosque


Segundo intento, con más gracia


¿?


Tampoco entiendo éste


Por fin, el asentamiento definitivo

Ya en la última terraza - porque a partir de ahí la ladera de Matalachana ya adquiere su característica verticalidad - el sendero se interrumpe por arbusto tras arbusto vencido sobre el sendero, y que imposibilitan el poder seguir ascenciendo. A mi izquierda, por debajo de la terraza en la que me encuentro, veo entre los árboles la construcción definitiva: una cabaña de troncos, a modo de como aparecen en las películas de tramperos de las Montañas Rocosas en las películas del Oeste, de grandes dimensiones. Estoy por bajar a inspeccionarla de cerca, pero el lugar me resulta un tanto inquietante. ¿Qué cosas extrañas encontraré en su interior? ¿Quién tendrá tanto interés en venir a pasar aquí las noches, en un bosque tan cerrado y sin vista al mundo exterior? Me vienen a la mente las muñecas ensartadas en palos en una finca, a modo de cierre, que expuso María del Roxo en su blog, junto a una cabaña hecha de materiales vegetales. ¿Le faltará algo al autor de todo esto, como aparentemente le falta al tétrico personaje de Majaelrayo? O simplemente, quizá sea uno de mis vecinos, aparentemente la persona más normal del mundo. ¿Alguien sabe algo? Nos lo diga, por favor.


De vuelta a la civilización, vista del Barrio de La Cruz, de Villager de Laciana


El sendero que rodea la base de la montaña, en primavera


El mismo árbol, en diciembre pasado

Regreso por el mismo sendero, hasta el pie de la montaña, y decido hacer el circuito, enlazando con el camino de la Braña de Buenverde, y volviendo por el polígono industrial y la Vía Verde. Me llama la atención encontrar una perdiz junto al camino, a escasos cien metros del polígono. Aunque más de una vez, estoy seguro, el mismísimo oso habrá paseado por sus calles asfaltadas. Estamos al borde de la Naturaleza, con mayúsculas, aunque mirando hacia el norte resuenen los dúmpers de El Feixolín y Fonfría, y las naves prefabricadas del polígono industrial nos hagan por un momento olvidarnos de los bosques que tenemos a nuestras espaldas.


Pasado y presente: un molino, junto a las instalaciones de la ITV




Mapa extraído de Google Maps con la ruta realizada en trazo rojo. Pulsar en la imagen para ampliar



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2 comentarios:

  1. Alto-Sil: Estoy convencida de que las misteriosas cabañas son refugio del Home-Tsobu.
    Si quieres averiguar la verdad, tendrás que hacer el mismo recorrido una noche de luna llena.

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  2. Mas que refugio del Home-Tsobu, las cabañas misteriosas bien podrían ser lugar de juegos y recreo, de los "guajes del tsugar".

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