domingo, 15 de febrero de 2009

Matalavilla


Iglesia de Matalavilla

Hoy no madrugué demasiado y a las nueve y media de la mañana llegué al pueblo de Matalavilla. En la carretera entre Palacios del Sil y Matalavilla, en el estrecho desfiladero donde no entra el sol en todo el invierno, la calzada tenía sus ya habituales tramos blancos de escarcha. No impresiona como una auténtica placa de hielo cristalino, pero estas alfombras blancas son también muy peligrosas. Parece que el coche va a pasar por encima de esa finísima película sin ningún problema, pero el año pasado, en días diferentes, el coche me hizo extraños al entrar en ellas. Hoy no quise riesgos y pasé por las capas de escarcha muy, muy despacio.


Casa tradicional en ruinas en Matalavilla

Matalavilla es un pueblo que confunde. De entrada, dos modernos edificios imposibles de ocultar a la vista, nos dan a entender que este pueblo carece por completo de arquitectura tradicional. El recorrido posterior por la carretera que atraviesa el pueblo prácticamente también, aunque ya comenzamos a percibir que algo se pueda ir salvando. Solamente si desmontamos del coche y nos perdemos a pie por entre sus calles, podremos descubrir los secretos mejor guardados de Matalavilla. Y realmente merece la pena la exploración.


Pico Braña la Pena (izqda. 2.100 m.) y Pico Chao (dcha. 2.048 m.) desde el embalse de Matalavilla



El embalse de Matalavilla, lleno

Luis Fernández es de Matalavilla. Luis habla, y no para. Habla, sigue hablando, y sigue aún más. Habla despacio, pronunciando muy bien las palabras. Es ameno, y de una amenidad adictiva. Te lo cruzas en la calle para darle los buenos días, y no hay quien te quite media hora de conversación como mínimo. Cuando las prisas y las obligaciones lo permiten, esa media hora se puede convertir en un par de horas. Y ni me he dado cuenta de que no me he movido apenas del sitio en esas dos horas.


La Zurera (centro-izquierda, 1.518 m.), el objetivo frustrado de hoy

Luis fue muchas veces al monte con las vacas, en Matalavilla. Tiene muchas horas de mili como ganadero. Pero, al contrario de otros muchos que pasaron por ello, él no quiso echar a correr a la gran ciudad a empaparse de estímulos urbanos. Su amor a la naturaleza, con el paso de los años, le ha convertido en uno de los principales expertos en la fauna del Alto Sil. Desde hace más de una década, vive de la conservación de la naturaleza.


Los primeros robles del Monte La Cuba, uno de los mejores bosques del Alto Sil

Luis tiene una gran capacidad para captar los detalles, algo que sin duda le ha ayudado mucho a convertirse en una persona muy competente en su trabajo. Tiene también una facilidad pasmosa para leer el relieve del terreno según las curvas de nivel de un mapa. Eso es un arte, y a menos que uno se haya criado entre mapas, es algo poco habitual. Y Luis es una persona muy considerada por todas aquellas personas de bien que aman y defienden la naturaleza cantábrica. De la boca de todos ellos salen siempre palabras de elogio hacia su labor profesional y personal.


El agradable camino que tomé concluye en la vía del ferrocarril minero

Luis, además, es artesano. Antes de su actual profesión, hacía tallas en madera y recorría ferias de artesanía para poder venderlas. También le hizo con sus propias manos la cuna a su hija. Y un artista siempre es un artista, haga lo que haga y vaya donde vaya. Ahora Luis es un artista vestido de conservacionista. Una mezcla productiva y sensitiva. Prueba de ello son sus magníficas fotografías de aves.


A pocos metros de la vía, el río Sil

Hoy quería subir a La Zurera, una montaña aparentemente anodina, pero que es un gran mirador hacia las montañas de su entorno. Conocía el inicio de la ruta, pero quería completarla con un sendero desconocido para mí que llevaba a su cumbre por la ladera sur, y que había localizado desde el cordal opuesto varios meses antes.

Una de las víctimas de la nevada de primeros de noviembre


Atravesé las afueras del pueblo, buscando con la vista un castaño monumental del que me había hablado Luis, y que me equiparó a ese otro que me encontré cuando subía hacia la cumbre de Pelaganchón. Pero el castaño que hoy descubrí, aunque de grandes dimensiones, no alcanzaba las de aquel otro, el más grande que he visto hasta ahora en Matalavilla.

Encontré un remolque con dos perros de caza primero; varios vehículos todoterreno después; y un cazador, rifle al hombro, por último. ¡Maldita sea, se me había olvidado que hoy era domingo! Comencé a hablar con el hombre, y me dijo que justo la zona que tenía pensado recorrer el día de hoy estaba atestada de cazadores.

- ¿Ves aquél junto a aquellos robles?
- Hmmm, no, no veo nada

- Sí, hombre, allí, donde ya da el sol
- No
- Espera, que le llamo con la emisora

Llamó, pero no hubo respuesta.

- Es para que sepan que vas
- ¿Son muchos?
- Setenta escopetas

- ¿SETENTA?
- Había pensado bajar por Valdelcouso, hacia el valle de Braña Seca...
- Uy, todo eso está cortado. Aquello está lleno de c
azadores
- Nada, lo dejaré para otro día. El año tiene muchos días para poder volver
- Hombre, nosotros no tiramos a nada sin mir
ar antes
- Ya...


No me pareció de mucho tacto de
cirle que la semana pasada un cazador murió en León y otro resultó herido en otra cacería distinta por disparos accidentales de compañeros de cuadrilla. El hombre fue amable conmigo, lamentó tener que decirme que la cosa iba a estar complicada, y yo agradecí su esfuerzo y amabilidad.


La carretera que une Matalavilla con Páramo del Sil es muy estrecha. La he bautizado para mis adentros como 'La Carretera de la Risa', porque cuando llega a las zetas en los alrededores de la presa del embalse, si te encuentras con otro coche de frente, como mínimo, te da la risa.

Se fastidió el día. Ya conocía todos los senderos posibles en torno a Matalavilla y no me apetecía repetir. Casi prefería deambular un poco y no embarcarme en otra cosa. Decidí ir a la orilla del embalse de Matalavilla, a hacer unas fotos y pasear por la poco transitada carretera. Luego cogí el coche y me dirigí hacia Palacios, para recorrer a pie un camino que había visto otras veces que se dirigía hacia el río. Es de ese tipo de caminos que aparentan no ocultar nada, pero que luego resultan ser auténticos tesoros, además de relajados y tranquilos. Éste en concreto, moría en la vía del tren minero. A unos pocos metros, el río Sil, salvaje con tanto deshielo. Justo enfrente, a doscientos metros de distancia, el Castaño de la Berduéngana, imposible de alcanzar desde aquí, porque no había forma de cruzar aquel río que se interponía en mi camino.


El Castaño de la Berduéngana, una joya de la naturaleza del Alto Sil

Descubrí el Castaño de la Berduéngana en un libro que me dejó una vecina de Palacios del Sil. En la foto aparecía descomunal. Había que ir a verlo. Este castaño es difícil de ver cuando a los castaños les ha salido ya la hoja. A pesar de estar muy cerca de la carretera, no se ve. Sólo durante el invierno destaca sobre los también gruesos castaños que le acompañan.

Es, simplemente, el mayor castaño que
he visto en todo el Alto Sil. Gigantesco. Un auténtico monumento. De momento, no lo he localizado en publicaciones sobre árboles monumentales de España o Castilla y León. Sí aparece el que crece en las casas más altas de Susañe del Sil, pero que tiene menor diámetro y circunferencia que éste. Para cualquiera que pase por la zona, recomiendo encarecidamente una visita a este singular monstruo. Se encuentra a la altura del km. 43 de la CL-631, dos kilómetros al sur de la localidad de Palacios del Sil.


El autor, diminuto a los pies del Castaño de la Berduéngana. Y eso que el autor mide 2,20 y pesa 105 kilos. No, hombre, ja, ja, ja. Es broma.



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5 comentarios:

  1. Mi nombre es Oscar Fernandez, soy de Argentina. Hijo de Españoles, mi madre de Matalavilla y mi padre de Paramo del Sil. Estoy muy gustoso de ver buestro sitio, ya que todas esas imagenes y nombre de lugares me son familiares, ya que estan siempre en el recuerdo de nuestros padres, espero en algun momento poder ir y andar los senderos que proponeis. Me gusto mucho la presentacion y muy buenas fotos. Felicitaciones.
    Mi mail es oscrpintero15@yahoo.com.ar.
    Saludos

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  2. Sobre el castaño la " Verduéngana" que es asi como se escribe deberias añadir también que es una finca privada;y que como alguna gente comenta y dice que es algo "nuevo" deberiais saber también que lleva ahí muchos años.
    PD: Cuando vayas a visitarla no tireis basura que cuesta mucho mantenerlo limpio.

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  3. olaaa...mi nombre es jorge otero, nieto de ramiro alfonso otero alvarez, oriundo de palacios del sil..hermoso todo lo que muestran en este sitio.. DIOS quiera me de la oportunidad de llevar a mi padre a conocer ese hermoso pueblito..y pais de donde vino mi abuelo. desde argentina saludos y un abrazo.mi correo es jorge11otero@hotmail.com

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