miércoles, 20 de mayo de 2009

Libro sobre colmenares tradicionales




Hace algo más de un año, creo recordar (uno se va haciendo ya mayor y le falla la cabeza), en el Centro del Urogallo de Caboalles de Arriba, Ernesto Díaz Otero proyectó unas diapositivas y dio una charla sobre colmenares tradicionales de León y Palencia, partiendo de un trabajo que él mismo estaba elaborando. La charla fue sumamente amena e instructiva, y los aplausos que sonaron al final de la exposición no fueron un mero ritual.

Recientemente, la Junta de Castilla y León ha sacado a la luz la versión en papel de aquel estudio realizado por Ernesto, en un pequeño libro de pasta dura titulado Los colmenares tradicionales y el oso pardo en el norte de Castilla y León. En sus 120 páginas nos da tiempo a profundizar sobre el estudio de un elemento tan importante en nuestra arquitectura como es el cortín, sobre el que hay poco publicado hasta la fecha.

Sin duda, un libro imprescindible para todos los interesados en los colmenares tradicionales, y por supuesto, en el oso pardo cantábrico.

Enhorabuena, Ernesto, y gracias por tu legado.


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lunes, 18 de mayo de 2009

De paseo por Piedrafita de Babia


Muxivén (2.027 m. izqda.) y Cornón (2.188 m., dcha.), desde los prados de Piedrafita de Babia

Hay de esos días de lluvia, no de mucha lluvia, pero sí lo suficiente para que no te embarques en alguna larga ruta de montaña, por si acaso, en que apetece estirar las piernas sea como fuere. Siempre hay lugares desconocidos, a veces a la puerta de casa que, por el simple hecho de poder ir en cualquier momento, se van dejando para un futuro aparentemente próximo, pero que nunca llega. Recuerdo una ocasión en que fui a visitar a dos amigos que vivían en León capital, uno de ellos de Sahagún, que nunca habían visitado la iglesia mozárabe de San Miguel de Escalada, que conocía yo simplemente de fotos en libros de texto de la escuela, y a la que les pedí que me llevaran. "Es que como está ahí, tan cerca, y se puede ir en cualquier momento, al final no hemos ido nunca".


La vega de Piedrafita de Babia. Al fondo, el Alto del Cuerno (de La Mora), devorado por las minas de carbón a cielo abierto


El otro Alto del Cuerno, encima de Piedrafita de Babia, en la ladera opuesta a la que contiene el pinar

Los lugares de recorrido pedestre a los que me referiré, desde luego no tienen el gancho que puede tener el monumento antes citado, por no decir que prácticamente no tienen ninguno. Y por eso mismo, seguro que casi nadie de Laciana o Babia ha puesto su pie en ellos. El primero de ellos transcurre por el gran espacio 'vacío' entre Piedrafita de Babia, La Vega de los Viejos y el puente de las Palomas. Digo 'vacío', porque es una zona de pastos casi llana en la que, aparte de caballos y muros de piedra, es raro que veamos algo que nos llame la atención. Por su interior, entre muros, discurre una red de caminos, accesible desde tres puntos diferentes, todos unidos entre sí. El canal que va paralelo a la carretera del puerto de Somiedo, pocos metros por encima de él, suelta de cuando en cuando unos espectaculares chorros de agua que vierten en los prados, regándolos y anegándolos por zonas. Lo más interesante, aparte de algunas turberas que se han formado, es la vista de 360º que se tiene desde allí, desde Piedrafita de Babia, pasando por los cielos abiertos entre esta localidad y el santuario de Ntra. Sra. de Carrasconte, hasta el Muxivén por el oeste o la Pena de Orbia por el norte.


El canal entre La Vega de los Viejos y Piedrafita desagua, ocasionalmente, sobre los prados de la vega


Pena de Orbia (dcha.)

La lluvia hizo acto de presencia, pero el paraguas fue suficiente cubierta y no hizo necesario el tener que refugiarse en el siempre cercano vehículo. El recorrido, en su totalidad, tenía la banda sonora de fondo de los dúmpers y retroexcavadoras de los cielos abiertos, que aquí ocupan la mayor extensión de toda la cordillera Cantábrica, teniendo en cuenta que todo lo abandonado no ha sido restaurado y, aparentemente, sigue formando parte de la misma explotación.


Peculiar caseta, con ventanas que parecen extraídas de un vehículo

El primer recorrido sólo supuso seis kilómetros, que siendo casi completamente llanos, apenas daban para poner un poco la sangre en circulación por el cuerpo. Al sur de Piedrafita de Babia, otra zona de pastos, más agreste, se encamina hacia el corazón de la explotación minera. Tomando el desvío hacia el santuario de Carrasconte, unos centenares de metros después, tras cruzar un pequeño puente, sale un camino bien marcado hacia la izquierda. Siguiéndolo, un ramal enseguida parte hacia la izquierda, en dirección a Piedrafita de Babia. El que sigue de frente, entra en la vaguada de un arroyo, y luego se vuelve a bifurcar. El de la izquierda muere en una hondonada cubierta de hierba, y el de la derecha, más marcado, inicia una larga cuesta, suave, que de pronto se ve truncada por una barrera de tierra depositada allí por alguna excavadora de la mina. En el ascenso, un cruce de mastín con perro ratonero, muy joven y con más miedo que vergüenza, buscaba mi compañía y al mismo tiempo reculaba con pavor en cuanto me dirigía a ella. Cuando veinte minutos después descubrió que yo no iba a darle una patada ni a golpearla, decidió que ya podíamos ser amigos.


Balsa para la extracción de agua de las minas de carbón a cielo abierto


¿Qué pensarán?

Juntos llegamos a la 'piscina'. Enorme. Mucho más pequeña que la del Campo de La Mora, pero es que aquélla es gigantesca. A ésta descendían empinadísimas laderas de tierra estéril, mezclada con capas de carbón. La falta de vida en todo su entorno me hacía recordar a esas lagunas en la base de los glaciares en las montañas más altas del planeta, rodeadas de morrenas siempre en movimiento, en las que no crece absolutamente la más mínima brizna de hierba. La diferencia es que aquello es natural, y esto no. Allí nunca hubo vida, y aquí la hubo hasta anteayer. Mirando ya hacia fuera del entorno inmediato de la laguna, refulge el verde brillante de la hierba mojada de los prados, que antes se extendían también a lo que ahora es una monstruosidad.


Aquí aún no ha llegado la explotación minera. Antes era todo así


El Cornón (2.188 m.), máxima altura de la comarca de Laciana y del espacio natural Alto Sil




Mapa extraído de Google Maps con la ruta realizada en trazo rojo. Pulsar en la imagen para ampliar



Mapa global del espacio natural Alto Sil con la ruta realizada en trazo azul. Pulsar en la imagen para ampliar



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jueves, 14 de mayo de 2009

Victorino Alonso para noveles


El Campo de La Mora, un hermoso valle glaciar, destrozado por la famosa 'piscina', creada artificialmente como depósito de agua para las minas a cielo abierto de Victorino Alonso

Quizá alguno de los lectores de este blog haya leído alguno de los comentarios aquí vertidos, de cuando en cuando, sobre Victorino Alonso García, el empresario minero que, al más puro estilo mafioso (aunque aún parece que no ha habido que lamentar asesinatos), controla la economía, la política, y hasta el grado de convivencia en las comarcas de Laciana, Degaña e Ibias, y en menor medida en las de Babia, Cangas del Narcea y Tineo.


"Restauración minera". Manda güevos

Ya me referí más a fondo a él en otra entrada, pero como es un tema que no sólo no tiene fin, sino que parece agravarse cada mes que pasa, no puedo evitar volver a hablar sobre este individuo. Ya que los principales partidos políticos le apoyan (es uno de los pocos asuntos en que se ponen de acuerdo); el único juez que le ha hincado el diente de verdad, ahora mira para otro lado cuando se incumple la sentencia que él mismo dictó (¿qué tipo de presiones recibiría?); que los esforzados agentes del Seprona ven descorazonados como uno y otro informe, y una y otra denuncia se evaporan, y no se convierten en sentencias judiciales, a pesar de lo abrumador de las pruebas presentadas; que aunque algunos medios de comunicación han publicado las fechorías de este sujeto, parecen haber recibido algún tipo de apercibimiento desde arriba, porque ahora permanecen silentes; que lo que está ocurriendo ya se asemeja más a lo que sucede en Colombia o en Nigeria que a lo que debería suceder en un país europeo; pues por todo eso, y más, no nos queda sino a los ciudadanos de a pie, con nuestros escasos medios de difusión, el deber de gritar a los cuatro vientos lo que ya clama al cielo.


Cauce de un arroyo en la comarca de Babia, tras el paso por la zona del empresario minero

Quería dejar perplejo al lector con una noticia publicada ya en el año 1996 sobre el empresario D. Victorino Alonso García, cuando acababa de empezar en esto de los negocios turbios, y aún sólo tenía una mínima parte del emporio que ahora posee. Pulsa aquí

Tampoco deberías perderte el simpático vídeo que publicaron los reporteros de la Sexta en dos telediarios hace unos meses. Pulsa aquí para ir a verlo.

O la información sobre la destrucción a manos de Victorino Alonso de una de las dos cuevas neolíticas más importantes de España, en este caso en Huesca, adonde también empiezan a llegar las malas artes de este delincuente, amigo de grandes políticos. Pulsa aquí.

El estado de derecho ha desaparecido en este rincón noroccidental de España. Hay un empresario que debería ya acumular cientos de años de prisión en cualquier lugar donde se cumplieran las leyes, pero que aquí sale indemne de los pocos juicios a los que ha tenido que acudir.


Balsas de decantación en el Campo de La Mora. Hay que decir que tanto este agua como el de la 'piscina', continúan luego su curso hacia Quintanilla de Babia, el pueblo más próximo. De ahí al río Luna, al Órbigo, y al Duero.

D. Victorino Alonso García, uno de los grandes mafiosos de España, y la prueba más palpable de que España es, realmente, una república bananera.



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viernes, 8 de mayo de 2009

El Alto de La Ferradura


El Alto de La Ferradura (1.883 m.), que es la cima secundaria más oriental del Cueto de Arbas. A su derecha, aparentemente más bajo, pero en realidad más alto, está el Pico Rapau (1.905 m.) Ésta es la visión que se tiene desde Villablino

El Cueto de Arbas (2.002 m.), techo del suroccidente asturiano, es una montaña altiva e independiente. Casi, casi, forma una sierra por sí sola. Se encuentra separada del resto de componentes de la cordillera Cantábrica por grandes collados, quinientos metros más abajo de su cumbre, lo que realza su perfil cuando se mira desde cualquiera de los puntos cardinales. Su imagen más espectacular, sin duda, es la que ofrece desde el valle del Naviego, donde se levanta mil metros en una nada de terreno.


El gran y valioso bosque de la Devesa de Caboalles, y por encima, con nieve, el Alto de la Cruz (1.724 m.), vistos desde el inicio de la ruta

Si siguiéramos el criterio de un cartógrafo que denominó a las tres cumbres del Muxivén como Muxivén Norte, Central y Sur, al Cueto de Arbas podríamos aplicárselo inicialmente también de esta misma manera. La terminología, por supuesto, no la emplean ni los vecinos de Lumajo ni los de Sosas de Laciana, que llaman a la montaña, globalmente, Pena (Peña) Muxivén. Norte, Central y Sur son términos que emplean los alpinistas, no los ganaderos. Pero con el Cueto de Arbas sucede también que dos de sus cumbres tienen nombre propio. El propio Cueto de Arbas sería la cumbre Oeste, mientras que el Pico Rapau sería la cima Central, y La Ferradura la cima Este. Cuando se sube al Cueto de Arbas por la ruta habitual del puerto de Leitariegos -la única que tiene sendero-, se ignoran completamente las dos cumbres más bajas, que quedan ambas a un lado del collado de la Fanetina. Aún podríamos añadir una cuarta cumbre al macizo, La Fana, sólo siete metros más baja que la principal, y apenas perceptible desde lo más alto.


Los diferentes pisos de la mina de carbón de interior La Escondida, en el valle de la Fleitina. De fondo, las montañas nevadas entre Degaña y el valle leonés de Fornela

Depende desde dónde se mire, el Cueto de Arbas cambia radicalmente de forma. Nada tiene que ver la vertical ladera llena de canales y paredes rocosas de su cara noroeste, con la lisa y boscosa cara norte, ni con la alargada y glaciar cara nordeste. Tampoco desde el sur muchos aciertan a ponerle nombre a la montaña, y se sorprenden al saber que esa ladera suave y ondulada es nada menos que el Cueto de Arbas. Cuando se mira desde el fondo del valle de Laciana, el Cueto de Arbas es una pirámide preciosa, acabada en un agudo y triangular pico, pero lo que se está viendo en realidad es la cima más baja de las tres, La Ferradura, ciento veinte metros más baja que la cima oeste o principal.


Último piso de la Mina La Escondida, por debajo de Pico Prieto (1.807 m.). A la izquierda de la cima asoma el terreno pelado de la mina a cielo abierto de Coto Cortés, que alcanza la cumbre de la montaña

Desde la carretera que parte de las proximidades de Caboalles de Arriba en dirección a la Escuela Laboral de Laciana y a la Mina La Escondida, unos metros antes de entrar a la primera, sale una pista de tierra que, haciendo curvas y recurvas, se dirige hacia el collado de Reciecho, uno de los tres collados que antes indicaba que rodean al Cueto de Arbas. Es una ruta muy sosa, a no ser por las vistas hacia la Devesa de Caboalles y su continuación en territorio asturiano con el bosque de Degaña. Según se va ascendiendo, siguen asomando otras cumbres más lejanas, como el Nevadín de Laciana, la Peña Valdiglesia de Salientes, o incluso el Pico Cuiña y el Miravalles, de Ancares.


Poco a poco, empiezan a asomar en el horizonte las cimas principales de la cordillera. Pico Chagüeños (1.838 m., izqda.) y Bóveda o Alto de la Furaquina (1.917 m., dcha.)

Encontramos algunos postes señalizadores del GR 203, denominado Por donde camina el oso, un sendero de gran recorrido que procede de Asturias, y que atraviesa la provincia de León en éste y en otro punto más al norte. Un sendero balizado de más de 200 kilómetros de recorrido, que se terminó hará un par de años, y que se ha convertido quizá en el fracaso más estrepitoso de entre los grandes proyectos que se han realizado con dinero público en el suroccidente asturiano. Un trazado que en algunas etapas no cuenta con lugares para pernoctar, lo que obliga al caminante a tener que dormir al raso donde buenamente pueda; que atraviesa algunas zonas del municipio de Cangas del Narcea que aún siguen en pie de guerra contra el parque natural, y cuyos vecinos han cortado el camino en algunos puntos; que se vendió a las autoridades locales como la panacea para lanzar al firmamento el turismo en estas comarcas, y que al año de su finalización ya tenía hierba creciendo a la altura de la cintura en algunos tramos. Y en definitiva, que este proyecto desde el principio fue simple y llanamente un gran negocio para alguno que muchos conocemos, y en eso se ha quedado.


El Alto de La Ferradura (1.883 m.), desde el Collado de Reciecho (1.513 m.), muestra su lado más soso, aunque tampoco se alcanza a ver la cumbre desde aquí

Siguiendo siempre el mejor ramal e ignorando todos los que salgan a derecha e izquierda, alcanzamos la parte más alta del collado de Reciecho, que tiene casi un kilómetro de anchura. Si seguimos de frente, alcanzamos un registro de agua, y un marcado descenso y posterior ascenso hasta la carretera del puerto de Leitariegos, a la altura de la Fuente Sagrada y la gran turbera, chamazo o llamardal conocido como La Chanada del Puerto. Por encima del collado se eleva, sin mucha salsa, el Alto de la Ferradura. Ya no es esa aguda cima que acuchilla el cielo, porque nos falta perspectiva. La ladera, de brezo, escobas y rocas aisladas, tampoco es para medalla olímpica en fotogenia. Además, no hay senderos ni nada que se le parezca para llegar a su cima.


Curvas de la carretera del puerto de Leitariegos, junto a la Braña de los Cabaninos, por debajo de La Coronina (1.467 m.), con la barbaridad de la mina ilegal de carbón a cielo abierto de Fonfría detrás


El Pico del Reciecho (1.628 m.)


La antipática subida al Alto de La Ferradura


El carácter aislado del Cueto de Arbas le confiere un amplio campo de visión en todas direcciones. Aquí, con teleobjetivo, algunas de las principales cumbres de la sierra de Ancares, como son el Pico Cuiña (1.985 m., izqda.), El Botete (1.915 m., centro) o el Miravalles (1.966 m., dcha.). Todas ellas, recortadas sobre una retroexcavadora que trabaja en el cielo abierto de Coto Cortés, de Cerredo

Unos metros antes del registro, por una brecha entre la vegetación accedí a una pequeña turbera, que parecía continuar con otras más pequeñas situadas más arriba. De momento, eran unos cuantos metros que le ganaba a la maleza que, inevitablemente me iba a tener que encontrar cara a cara en algún momento. Las grandes nevadas de este pasado largo invierno me sirvieron de gran ayuda, porque las escobas, muy altas, se encontraban muy vencidas y dobladas hacia el suelo, precisamente en el tramo de más pendiente de la ladera, donde no hay ni siquiera trochas del ganado que permitan avanzar aunque sea en cuclillas. También me ayudaron un par de pedrizas, que aunque de piedras pequeñas y movedizas, eran infinitamente más llevaderas para ganar altura. Alcanzados los 1.700 metros de altura, las escobas comienzan a compartir el terreno con el brezo, más pequeño y más razonable a la hora de negociar el avance. Algo después, alcanzo la primera terraza, con la vegetación mucho más abierta y grandes rocas que permitían ignorarla por completo. El primer nevero y estoy en la cresta. Por arriba, unas veces por el ventisquero y otras por terreno bastante favorable, se van subiendo las diferentes cotas, hasta que se llega a la más marcada y amplia, desde la que ya se ve el Pico Rapau, el collado de la Fanetina, La Fana, y por muy poco no se ve la cima principal del Cueto de Arbas.


Al llegar a la cresta de la montaña, ya se ve la cima del Alto de La Ferradura


Hay otras vistas menos edificantes: la célebre pared negra de la mina ilegal a cielo abierto de El Feixolín. Donde antes había una loma redondeada, ahora hay un corte vertical de cien metros de altura


En la loma anterior a la de El Feixolín, el cielo abierto ilegal de Fonfría ha hecho desaparecer un robledal. La explotación continúa varios kilómetros hacia el norte


La vida y la muerte conviven peligrosamente en estas comarcas. Girando 45º la cabeza hacia el norte, aparece la belleza, aún sin mácula. Cueto del Oso (1.902 m., izqda.) y Pico Chagüeños (1.838 m., dcha.), sobre los verdes prados de La Collada o Puerto de Cerredo (1.354 m.)

Había estado sólo una vez en el Alto de La Ferradura, años atrás. Subí, a principios del otoño, desde las pistas de esquí de la estación invernal de Leitariegos. En una de ellas, contemplaba el paisaje un fornido montañero solitario. Era el Sherpa, un conocido montañero de Villablino, que hacía algún tiempo había completado la ascensión a todos los dosmiles de la cordillera Cantábrica. Charlando, subimos ladera arriba, campo a través, hasta el Pico Rapau, donde nos separamos, él hacia el Cueto de Arbas, y yo hacia La Ferradura.


Un gran ventisquero conduce hasta la cima


Cueto de Arbas (2.002 m., izqda.) y Pico Rapau (1.905 m.), desde el collado entre este último y el Alto de La Ferradura (1.883 m.)

Desde el Alto de La Ferradura continúo hasta el collado antes del Pico Rapau, donde el ventisquero, de varios metros de espesor, se comienza a agrietar, como haría cualquier glaciar, debido a las tensiones internas que produce la fuerza de la gravedad. Desde este punto giro hacia el sur, para iniciar el descenso, campo a través de nuevo, en dirección de nuevo hacia la Mina La Escondida. El terreno es muy abierto en un principio, mientras se bordea el pequeño circo glaciar, el único que se formó en la ladera sur de la montaña durante la última glaciación, hace quince mil años. Cuando la ladera gana pendiente, de nuevo las escobas y el brezo se confabulan descaradamente contra mí y me cierran el paso, lo que me obliga a irme hacia la cabecera de la Reguera Cavada, por encima de la gran cárcava que contribuye a su nombre. Un nevero ahí, contrasta con el negro de una porción de terreno recientemente quemada que hay por debajo, por donde circula una línea de estacas con alambre de espino. Aprovechando lo quemado para avanzar, llego a la zona de repoblación que no sé cuándo se realizó, pero que no debe de llevar más de año y medio.


La Fana (1995 m.), último hombro del Cueto de Arbas antes de la cima principal, por encima del único circo glaciar de la cara sur de la montaña


Las Brañas de La Fleitina, desde un reciente incendio

Enlazo con una curva de un camino, utilizado para la repoblación. Lo de repoblación es una manera de hacerme entender porque, en realidad, a pesar de las docenas de hoyos que inspeccioné, no conseguí ver qué era lo que allí se había plantado. Quizá fueran cebollas, o zanahorias, o cualquier otro tubérculo, porque lo que es por encima del suelo, no se veía absolutamente nada. Bueno, nada, nada, tampoco, porque los cientos de cajas abandonadas en el gigantesco desbroce abierto a las escobas y el brezo, bien visibles que eran. Dentro de lo malo, esas cajas de fina madera se reintegrarán al medio en unos cuantos años. Lo que ya probablemente no vean disuelto ni nuestros hijos ni los hijos de sus hijos sean las bandejas de plástico que contienen los plantones, como tampoco se reabsorberán los bidones de plástico de aceite lubricante para las desbrozadoras, otro elemento típico dentro de lo que se suele abandonar en este tipo de trabajos.


Llego a una extensa zona donde se han abierto en el terreno miles de hoyos para repoblación, pero en los que no veo plantado nada. Eso sí, cientos de cajas de madera como ésta sí que permanecen sembradas por el terreno


Ni siquiera se han molestado en esconderlas. Al fondo, el Alto del Modorno (1.742 m.)


Las de madera, por lo menos, en una década prácticamente se habrán desintegrado, pero éstas de plástico, no



El colmo del acabose: bidones vacíos de aceite lubricante para desbrozadora, que además, contamina. ¿Tanto esfuerzo suponía el haber bajado todo esto en los mismos vehículos en que se subió?

Supongo que cuando se saca a concurso una repoblación forestal, el contrato incluirá algún tipo de exigencia respecto a la retirada de residuos por parte de la empresa adjudicataria. Si no es así, algo habría que hacer al respecto. No puede ser que se repueble el monte, en una zona de tránsito del oso pardo nada menos, y que absolutamente nada de lo que se trae luego se baje en los vehículos en que se subió, y se deje tirado de cualquier manera. Aunque, viendo las dos explotaciones a cielo abierto que a poca distancia de allí, sin permiso, el empresario minero inició hace ya una década, que han desmontado, etapa tras etapa, varios kilómetros de montaña cada una, y que nadie para y cuyas multas el empresario no paga y al que nadie obliga a pagar, es hasta lógico que para las infracciones menores no haya mano acusadora y castigadora. O como aquel vecino de Villablino que construyó un chalet junto a un cantadero de urogallo sin que nadie se lo impidiera ni le obligue ahora a su demolición. Aunque si yo mañana defraudo a Hacienda 100 euros, convencido estoy de que no sólo no me van a perdonar, sino que todo el peso de la Ley caerá sobre mí sin piedad alguna.


Ya en el fondo del valle, Brañas de La Fleitina y Alto del Modorno


Ventana de una de las brañas


Cueto de Arbas desde una de las brañas

Es lo que tiene vivir en una república bananera (que luego presume de pertenecer a una entidad de países más civilizados, como es la Unión Europea): que el político que no roba es tonto; al político que pillan robando es el más tonto de todos; el gran empresario hace y deshace y no pisa la cárcel; y al ciudadano que cumple con lo que le exige la ley y vive sin molestar a nadie, se le presiona, vigila y exige como al mayor criminal de todos. Pero bueno, si los políticos son los que redactan y promulgan las leyes, siendo ellos el cáncer de nuestra sociedad, ¿qué demonios podemos esperar?


Mapa extraído de Google Maps con la ruta realizada en trazo rojo. Pulsar en la imagen para ampliar


Mapa global del espacio natural Alto Sil con la ruta realizada en trazo azul. Pulsar en la imagen para ampliar




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domingo, 3 de mayo de 2009

Brañas de San Justo, ruta indirecta


El valle de San Justo, el más oriental de Laciana

César, que regenta el Albergue de Caboalles de Arriba, junto al Centro del Urogallo, es natural de El Villar de Santiago, ese pueblo al borde de Laciana. El pueblo menos acompañado de toda la comarca, ya que ningún otra población del valle de Laciana se encuentra tan distante del siguiente pueblo como lo está éste. El Villar de Santiago es el centinela de Laciana hacia la comarca de Omaña.


El Villar de Santiago. La calle que aparece en la parte inferior es la que se dirige al río y a las brañas de San Justo

César es un buen conocedor de los topónimos de su pueblo. Unos topónimos, que como con razón insistía él, están a riesgo de desaparecer en breve. Otros muchos ya desaparecieron, según se fueron dejando de visitar rincones del monte que las pocas cabezas de ganado existentes ya han vuelto lejanos e innecesarios. Nombres la mayoría de los que nadie sabe qué antigüedad pueden tener, pero que en algunos casos se remontarán al Medievo. Nombres que, en un abrir y cerrar de ojos, se evaporan como la niebla de la mañana al llegar a la divisoria de aguas. Nombres que son fruto del ingenio o que tienen su origen en determinada anécdota, historia o leyenda. Elementos que forman parte de la riqueza cultural de una comarca, y que una vez perdidos y olvidados, no se podrán recuperar jamás. Aún quedan hombres y mujeres que retienen en la memoria muchos de esos nombres, pero el tiempo no corre sino vuela, y si no se hace pronto inventario de todos los topónimos que se pueden rescatar aún ahora, en pocos años el volumen de pérdida puede ser trágico.


El puente medieval sobre el río del puerto de La Magdalena

El Villar de Santiago tiene las únicas brañas de Laciana que contienen una ermita, la de San Justo. También hay que decir que el acceso a las brañas es rápido y cómodo, ya que el propio pueblo de El Villar está ya a 1.250 metros de altitud. Más improbable sería encontrar una ermita en unas brañas de difícil y largo acceso. La subida directa hasta las Brañas de San Justo no ofrece suficiente material como para dedicarle un apartado exclusivo, pero sí lo hay si para llegar hasta allí vamos dando un largo rodeo, inhabitual, como casi todas las rutas de este blog.


Mirando hacia el sur desde la pista de ascenso se tiene una buena vista hacia el extremo oriental de Robleda, el bosque más extenso en una ladera orientada al sur de toda la comarca de Laciana, situado entre El Villar de Santiago y Rioscuro de Laciana.

Más o menos a la mitad del pueblo de El Villar, si tomamos cualquiera de las calles que parten en dirección hacia el río, terminaremos en el buen camino que, con fuerte pendiente, desciende hasta el puente medieval sobre el río del puerto de la Magdalena. Es ésta una de esas pocas rutas de montaña en que el repecho más duro de la jornada es el último del día, el que nos devolverá al coche, normalmente en las horas de más calor. Si la jornada la iniciamos en invierno, ya podemos comenzar con una buena capa de ropa porque, aún sin haber entrado en calor por el esfuerzo, la humedad y falta de sol del encajonado río nos helará hasta el tuétano de los huesos. La pista por la que caminamos pronto se bifurca, siendo la ruta directa a las brañas por la derecha, y el ramal principal, con más pendiente, de frente, en dirección al cordal. En el primer quiebro brusco, en el tramo de zetas de la pista, si nos asomamos al borde, veremos por debajo un peñasco agudo, que llaman la Peña del Cuervo. Al otro lado del valle, hermosos aunque espaciados robles centenarios nos avisan que los montes de Rioscuro están ya a la vuelta de la esquina.


En algún punto del recorrido se alcanza a ver, allá abajo, la ermita de San Justo (aquí, con teleobjetivo)

Vamos alcanzando zonas abiertas de pastos, ya de menor pendiente, al aproximarnos a los mil quinientos metros de altitud. Cuando la pista se empieza a mantener horizontal y gira hacia el este, vemos un cortafuegos, muy basto, que continúa de frente por el cordal. En esta ocasión, seguí por la pista, que pasa junto a un abrevadero escondido entre las escobas a mano izquierda, y poco después, comienza un largo descenso en dirección Los Bayos. Es una pista realizada para la repoblación de esas laderas, pero que termina al llegar al río del puerto de la Magdalena, que allí no se puede cruzar. Pero tenía curiosidad por ver esos parajes, y realicé aproximadamente la mitad del descenso.


Las Peñas de Valdelinfierno, que cierran el valle de San Justo. A saber cuántos de estos sonoros y rotundos nombres no habrán pasado ya al cementerio del olvido

De vuelta sobre mis pasos, no llegué hasta el cortafuegos que antes mencionaba, sino que unos centenares de metros antes atajé por una rodera que recorría los prados cimeros y enlazaba con el cortafuegos más arriba de su inicio. Desde aquí hasta el Alto de la Solana (1.656 m.), máxima altura del día, es un placentero paseo con buenas vistas en todas direcciones. Desde la cima, un sendero poco marcado atraviesa el brezo hasta el Collado de Bocibor (1.561 m.), que es el paso natural entre San Justo y Los Bayos. De frente, el cordal no aparenta sendero alguno, aunque tampoco el descenso directo hacia las brañas. En otra ocasión, mirando desde el cordal que separa el valle de San Justo del de Brañarronda y las brañas de las Murias, ya de Rioscuro, no tuve claro si habría descenso limpio desde el collado de Bocibor hacia San Justo. Este día tampoco lo tenía claro, porque se veía mucha vegetación en la vaguada, pero decidí intentarlo. Se desciende bien inicialmente, aunque las escobas poco a poco parecen querer aguar la fiesta. Pero se van enlazando sendas de ganado que superan los problemas sin mayor obstáculo, hasta llegar a unas inmensas zonas de prados. Esto fue un día de primavera de otro año, y los arroyos iban al máximo de su caudal, lo que en algunos puntos resultaba incómodo. En concreto, el vadeo del arroyo de San Justo parecía imposible a primera vista. Con algo de suerte y ningún resbalón traicionero, pude alcanzar la otra orilla. A la izquierda, ya en las fortísimas pendientes del circo glaciar que cierra el valle, el bosque, con algunos tejos y muchos acebos, ofrece una hermosa vista sobre la gran extensión de verde de los prados.


Collado de Bocibor. El descenso lo haría desde el collado hacia la derecha de la imagen. Por la izquierda se va cómodamente hacia el pueblo omañés de Los Bayos


Los prados al final del valle, por debajo de las oscuras formas de acebos y tejos

Por mal camino, obstaculizado por las ramas en algunos puntos, se sale al camino principal, ya sin apenas pendiente, y que va dejando atrás cabaña tras cabaña, hasta que, más abajo, un camino se desgaja a la derecha y conduce a una reconstruida braña y a la ermita de San Justo, aún en proceso de restauración. Desde aquí hasta El Villar ya es un cómodo paseo, a excepción del repecho final que antes mencionaba.


Arroyo de San Justo, recién nacido y ya exultante

Alguno se preguntará cuál es la razón de que haya una ermita en medio de este valle de montaña. Pues resulta que San Justo fue un anacoreta que escogió estos montes como lugar de retiro, y allí permaneció durante años, hasta el final de sus días. Si alguno está interesado en más detalles sobre este personaje, le remito al libro Laciana, un otoño, una de las excelentes obras del escritor lacianiego Julio Álvarez Rubio.


La ermita de San Justo, que continúa con su larga tarea de rehabilitación




Mapa extraído de Google Maps con la ruta realizada en trazo rojo. Pulsar en la imagen para ampliar


Mapa global del espacio natural Alto Sil con la ruta realizada en trazo azul. Pulsar en la imagen para ampliar



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