domingo, 21 de febrero de 2010

Mucha nieve, donde debe


Los alrededores de la Brañina, bajo el Miro de Rabón

Otros años, cuando caían los cuarenta centímetros de nieve de rigor -o incluso los setenta y cinco de diciembre del 2008-, estaba yo más contento que unas castañuelas, deseando que se desgajaran de las nubes otros cuarenta o setenta y cinco más. Puro egoísmo, claro, porque de aquella apenas tenía que usar el coche de forma regular.


Cartel del pintor Sierra a la entrada (o salida) de Babia

Este año es diferente, porque tengo que atravesar Babia -que está a 1.200 metros de altitud- obligatoriamente con bastante frecuencia, y encima con la mala suerte de que siempre que he de hacerlo, es cuando entra un frente. Como desde noviembre han entrado frentes de nieve todas las semanas, pues ahí está la gracia que me hace ahora ver la previsión del tiempo con cotas de nieve por debajo de los mil doscientos metros.


Embalse de Villaseca de Laciana, hoy, parcialmente congelado

No es que ya no me guste ver nevar, pero ahora me gusta más cuando lo hace justo por encima de donde yo tengo que pasar. Afortunadamente, la carretera de Babia es bastante horizontal, e incluso con la calzada completamente cubierta de nieve se puede pasar sin problemas. El único problema del recorrido no está en Babia, sino en la cuesta del embalse de Villaseca de Laciana, camino de Piedrafita de Babia. Ha ayudado a solucionarlo el hecho de que este año, que ha nevado muchísimo en las cumbres, apenas lo ha hecho en el fondo de los valles.


La Crespa, una de las montañas más hermosas de Babia

Seguramente no haya tanto espesor de nieve por los altos como el año pasado, que fue un invierno histórico, pero de los años anteriores, pocos o quizá ninguno tuvo tanta nieve a dos mil metros de altura como éste. Hoy, de nuevo, nieve en las alturas, y copos que apenas blanquean en los valles.


Travesía de Villaseca de Laciana, hoy



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lunes, 15 de febrero de 2010

Pepe de Corros en España Directo



Ayer, día de San Valentín, José Santor Antón -aunque en la zona algunos le llaman Pepe Santos en vez de Pepe Santor-, alias Pepe el de Corros, cumplió 80 años. Hace algo más de una semana, una reportera de España Directo de TVE se acercó hasta Corros para entrevistar a Pepe y mostrar al mundo la vida de este hombre, que es el único habitante de su pueblo desde hace 26 ó 27 años. También aparece en el reportaje Eduardo, que junto con Damián, Manolo Sabina y los de Casa Pachón de Riomolín (José y Nemesio) son casi las únicas visitas que ha recibido regularmente en la última década.



Puedes ver el reportaje pulsando en este enlace
http://www.rtve.es/alacarta/index.html?v=688477 y corriendo el círculo rojo de la parte inferior hasta el minuto 46:15, en que comienzan los cinco minutos dedicados a Pepe. Aparte de Pepe y la reportera, otros protagonistas del reportaje son Eduardo, un agente de la Policía Local de Cangas del Narcea, Chuli -la perrita pequeña y nerviosa de Pepe- y Chenoa -la mastina de Pepe-. En un momento de la filmación aparece la reportera con un libro en sus manos, que no es otro que Laciana, un otoño, el excelente libro de Julio Álvarez Rubio en que, pasando ligeramente la frontera hacia Asturias, narra un par de divertidas historias sobre Pepe.



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jueves, 11 de febrero de 2010

Prao Viejo


Brown, un perro montañero de Salientes

Decía Vitín que Salientes tiene 11 valles: Tejedo, Rabón, Prao Viejo, Peña Vendimia, el del Alto del Puerto, Portilla, Brañalibrán, Tierrafracio, Valdiglesia, Vardaldá y Braña la Pena. Aunque el del Alto del Puerto no recuerdo qué nombre le dió, porque el arroyo cambia de nombre según los tramos. Pero es increíble que sólo por dos o tres de ellos se puedan concluir rutas a las cumbres que los cierran, por itinerarios medianamente razonables. El potencial para el montañismo en Salientes es el mayor de todo el Alto Sil, pero el abandono de senderos e incluso de anchos caminos, la convierte en un lugar para el montañismo salvaje, que también podríamos llamar montañismo magullado, que es como llegas al coche después de algunas rutas.


Valle de Brañalibrán, por el que discurre la ruta normal a la Peña de Valdiglesia

Los accesos a la entrada de casi todos estos valles son buenos, continuando luego en algunos casos hasta el final del valle, donde concluyen. En otros ni siquiera eso, como en el valle de Valdiglesia, donde a apenas 200 metros del pueblo en línea recta, justo al inicio del valle, un camino de tres metros de anchura, perfectamente construido, está totalmente oculto bajo los piornos. Hace año y medio, la emprendedora pareja propietaria del único lugar para pernoctar en Salientes, Mil Madreñas Rojas, hizo una convocatoria entre amigos y conocidos para limpiar entre todos, con la guía de Vitín, un antiguo sendero que subía directamente de Salientes al Tambarón. Llegaron las nieves sin mediar palabra, y aquello tuvo que posponerse sine die.


Mi rincón favorito del valle de Salientes: camino hacia Tejedo, Rabón y Prao Viejo, con el bosque y macizo de Valdiglesia enfrente

El acondicionamiento de ese sendero y de los muchos que hay perdidos en Salientes no debería recaer en particulares que ponen su sudor, potenciales lumbalgias, tiempo e incluso dinero. Pero si quien gobierna no gobierna, los gobernados tienen que gobernarse ellos solos. Me acuerdo de esos 6 millones de euros que costó hacer el estudio informativo sobre la autovía de Toreno a Villablino, la cual al final no se va a hacer. Una autovía que no iba a aportar ninguna riqueza a estas comarcas, como no la ha aportado ninguna otra autovía en lugares similares a éstos. Con una milésima parte de esos 6 millones de euros derrochados en un simple informe -que al final no ha valido para nada- podría acondicionarse un lugar como Salientes para convertirlo en un referente del senderismo a nivel provincial, como en justicia debería ser. Eso sí aportaría riqueza a la zona, aparte de indirectamente y a medio plazo ayudar a fijar la poca población que ya queda.

Poste de la ruta a Prao Viejo, una de las rutas señalizadas del municipio de Palacios del Sil. Las señales e indicaciones son escasas, pero el presupuesto de un municipio tan grande y con tan pocos habitantes, también.

Hoy voy a hablar de uno de esos valles que no conducen a ninguna parte, aunque si uno se lo propone y no le importa la lucha cuerpo a cuerpo con la vegetación, se pueden alcanzar desde allí importantes cumbres. Es el valle de Prao Viejo, el tercero por la izquierda según avanzamos de Valseco a Salientes y que, aunque las cumbres que lo rodean no son las más altas de la zona, es, junto con los otros dos (Tejedo y Rabón) el rincón de Salientes que globalmente más me gusta.


Valle de Prao Viejo, con dos de los gigantes de Salientes detrás: Peña de Valdiglesia (2.124 m.) y Pico de Braña la Pena (2.100 m.)

De la plaza del pueblo, girando a la izquierda hacia la otra fuente -la redonda-, salimos por un camino horizontal que bordea la vega de Salientes unos metros por encima. Llegamos al río del Barrio, donde se hubo de reconstruir el puente tras la riada del otoño de 2006, y donde aún vemos los restos de una cabaña de la que apenas dejó en pie un muro. El primer camino que sale a la derecha va a una antena en el inicio de La Loma, aunque cada año que pasa cada vez es más difícil avanzar por él. El nuestro va adquiriendo pendiente, aunque no es especialmente duro. A nuestra izquierda, por encima del inmenso bosque de roble del otro lado del valle, empiezan a asomar las cumbres de la Peña de Valdiglesia, y más a la derecha, la larga cresta que sale de la cumbre del Pico de Braña la Pena, las dos montañas de 2.100 metros del valle de Salientes -al Tambarón ahora sólo le dan ya 2.097 metros y lo han sacado del club-.


Final del espolón rocoso de la Peña de Valdiglesia (2.134 m.)

El camino dobla la loma y se introduce en el valle, que al principio es común para los tres en que luego se divide. Desde aquí las vistas ya de las laderas completas de Valdiglesia y Braña la Pena son formidables. Ése es para mí el lugar más hermoso de Salientes. Un lugar para poner un mirador y extasiarse apoltronado en un banco de madera.


Cresta norte del Pico Braña la Pena, desde el camino, durante un otoño al amanecer. La poca luz del momento, las limitaciones de esta cámara, y las escasas dotes fotográficas del autor no pueden reflejar la belleza de este bosque aquel día y cualquier día de cualquier otoño

Ah, no lo he dicho: en Salientes me encontré con un viejo amigo, Babú. Y con él estaba en esta ocasión su compañero de juergas, Brown. Babú ya me acompañó anteriormente en una excursión por aquellos lares, y me pareció un perro noble y un buen compañero. No me gusta mucho que se me peguen perros en las rutas que hago, porque vayas donde vayas, y subas por donde subas, allá que van ellos, con la responsabilidad que eso supone si les sucede algo. Aunque, eso sí, al final de la jornada, al devolverlos sanos y salvos al punto de origen, se recuerda la ruta con más cariño.


Babú y Brown, expedicionarios en busca de juerga y emociones fuertes

Como siempre, intenté escabullirme de mis acompañantes, no haciéndoles mucho caso al principio, y aprovechando cualquier despiste para poner pies en polvorosa. Pero por aquello de las buenas aptitudes olfativas de estos animales, eso nunca sirve de nada, aunque a pesar de saberlo, yo siga intentándolo. Allá que íbamos los tres, aunque la mayor parte del día fui más veces sólo que acompañado. Ya Babú no perdona una ocasión en que huela a corzo por las proximidades, y súbitamente, desaparece a la carrera por entre el bosque o el matorral. Algunas veces oía ladridos, sin saber si procedían de un encuentro con el oso, con una manada de lobos, o de la emoción que le produce perseguir a los pobres ungulados. Pero Babú era un perro sin sangre en las venas comparado con Brown.


Observándolo todo, atento a cada ruido

Le había visto anteriormente un par de veces por Salientes, y de verlo tan flaco, me preguntaba si estaría enfermo. Cuando vi que salía del pueblo detrás de Babú en mi compañía, me preocupó llevar conmigo -pensaba subir al Nevadín- a un perro que se me podía quedar tirado por el camino, sin fuerzas para seguir. Pero será porque yo no entiendo mucho de perros, porque era justo todo lo contrario. Brown era puro nervio. De las cinco horas que anduve caminando, calculo que no debió permanecer en mi compañía más de media. Salía disparado monte arriba, sin dar señales de vida durante veinte minutos, para luego aparecer brevemente y continuar con otra batida en la dirección contraria. Babú, claro está, iba detrás de él, aunque en muchas ocasiones regresaba conmigo al poco tiempo.


Brown, lo mismo, pero multiplicado por dos

Hubo una ocasión en que, tras casi 45 minutos sin ver a Brown, ya le di por desaparecido. Pero no iba a ser ése el día. No sé, ni nadie lo sabe, qué fue de Brown a comienzos del último verano, pero tanta aventura no podía ser buena. Sus dueños desean creer que ahora anda por otros valles, haciendo compañía a alguien que le aprecie tanto como ellos, y ojalá sea así.

El camino continúa valle arriba,
donde encontraremos una bonita fuente, la de la Cascarina, para posteriormente desgajarse un ramal a la izquierda que se dirige al segundo de los valles, el de Rabón. El que sigue a Prao Viejo continúa de frente, por un tramo oscuro y húmedo. Ya por el valle que nos concierne, el camino enseguida toca a su fin, al inicio de unos grandes aunque estrechos prados. Esto es Prao Viejo. Por el lado derecho del valle vemos una franja boscosa que tapiza media ladera de la montaña durante aproximadamente un kilómetro: es el abedular del Monte el Sexto, muy valioso, y peculiar por cuanto se encuentra en un valle orientado hacia el sur, donde no suele ser habitual en estas montañas encontrar bosques de gran calidad.


Prao Viejo

Un sendero sale de frente por una estrecha loma, próxima al abedular, pero no es ése el lugar a recorrer para llegar al fondo del valle, sino cruzando el arroyo principal, y acompañándolo por el lado izquierdo (vertiente derecha). Por trayecto casi llano se llega al final del valle, justo debajo del collado de la Forcadona, que es el que separa el Nevadín del Miro de Rabón. Estamos en la Forcadona, llamada así por la forma de forca que producen en el terreno los arroyos que bajan por cada lado de la ladera que cierra el valle bajo el collado. Por la izquierda de donde estamos los prados continúan, hasta una pequeña terraza con un corral que se llama la Campera de las Cárcavas. Por la derecha de la Forcadona, que fue por donde primero intenté subir, la maleza cierra el paso rápidamente. Si uno se lo propone, luchando un rato con ella, se alcanza una terracita inclinada, desde donde ya no es difícil alcanzar el collado y subir al Nevadín, aunque siempre campo a través.


Miro de Rabón (1.981 m.), con el collado de la Forcadona a la derecha y la Forcadona -cuya forma de V desde aquí no se aprecia, debajo. Vista desde La Loma al Nevadín, que es el cordal que cierra el valle de Prao Viejo por el este.

Esa opción, en aquel momento no me pareció muy estética, y como ya había estado tres veces en el Nevadín en ese último año, decidí darme una vuelta por el valle, que para subir a la cumbre ya habría tiempo después. Primero me acerqué a la Campera de las Cárcavas, de donde un sendero en horizontal se dirigía hacia el sur, en dirección contraria a la que había venido siguiendo desde Salientes. Poco antes de llegar a la loma que baja del Miro de Rabón, no fui capaz de ver por dónde continuaba el sendero, y tuve que salir al cordal por las bravas. Desde aquí decidí que iba a subir al Miro de Rabón, por la suave y fácil loma, coronando la cima intermedia de las dos apenas perceptibles cumbres que junto con el Miro de Rabón, me indicó Vitín que son llamadas Los Tres Miros.


En lo alto del prado está la Campera de las Cárcavas, bajo dos de los Tres Miros


El corral en la Campera de las Cárcavas


Parte del abedular del Monte del Sexto


De izquierda a derecha, Peña Carnicera (2.032 m.), Cerneya (2.115 m.) y Catoute (2.112 m.)


Aquí también asoma el Catoute, a la izquierda de Valdiglesia y Braña la Pena. En la esquina inferior izquierda, los verdes prados de Prao Viejo


La mina de oro romana de Rabón, en el valle contiguo al de Prao Viejo


El Miro de Rabón, desde la loma de los Tres Miros, que separa el valle de Prao Viejo de el de Rabón


El Nevadín (2.077 m.)

Entre el segundo y el primer Miro -por orden de altura-, encontré una nutrida manada de caballos, que vinieron al galope a saludar, seguramente creyendo que les traería sal. Babú pierde los papeles cuando ve caballos, y sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo, sale como un resorte ladrando en su persecución. Esa operación le sirvió en otras ocasiones, cuando se trataba de equinos solitarios, pero ahora su carrera -y la de su colega Brown, igual de excitado- fue cortada en seco por algunos ejemplares de gran tamaño de la manada, que salieron a protegerla de los enfervorecidos cánidos. Me quedé un rato contemplando a los caballos, pero después de las malas maneras que habían mostrado los canes en la presentación inicial, el líder de la manada no les dejaba acercarse de ninguna de las maneras, y arrancaba a por ellos cuando intentaban acercarse.


¡Caballos!, piensa Babú. ¡Vamos a divertirnos un rato!


Cada yegua con su potro viene a ver al forastero


Decepción generalizada al ver que ni sal, ni na de na


El jefe de la manada arremete contra Babú y Brown una y otra vez. No le son simpáticos esos gamberros que vienen ladrando

Viendo que la reconciliación no era ya posible, me marché con mis amigos en dirección al último de los Tres Miros, el de Rabón. Pero de nuevo, para no variar con mi errático itinerario del día, tampoco subí al Miro de Rabón, sino que tomé un sendero horizontal que se dirige hacia el Nevadín por debajo del collado de la Forcadona, y que concluye en una cuenca glaciar -conocida con el simpático nombre de La Segada la Chunga- por encima justo del abedular del Monte del Sexto. Desde allí, subir al Nevadín era tarea fácil, porque sólo había que alcanzar la Loma, unos metros por encima, y continuarla hasta la cumbre. Pero la verdad, no sentía el más mínimo interés por hacer tal cosa, y preferí descender desde allí al bosque a través de una gran terraza, el Chanín del Teso.


Unos metros antes de llegar a la cumbre del Miro de Rabón, decido tomar un sendero casi horizontal y perfectamente recto -¿antiguo canal romano para la mina de oro?- que pasa por debajo del collado de la Forcadona y del Nevadín


Al llegar a la Segada la Chunga, aún continúa hacia la Loma, pero yo bajo por el Chanín del Teso (recuadrado en azul) hacia la Forcadona (abajo a la derecha)


Vista del valle de Prao Viejo, al pasar por encima de la Forcadona y por debajo del collado del mismo nombre. A la izquierda, los prados del Chanín del Teso y más allá, el Monte del Sexto.

Antes de ello, aún al borde de la hoya glaciar, que está repleta de manantiales y pequeños senderos, paré para avituallarme. Fue ése el único momento del día en que Brown paró el motor, descansando a mi lado algo así como diez minutos, que fue lo que duró la parada alimenticia. Como me temía antes de partir de casa que probablemente Babú me acompañara, había echado al morral algo más de alimento, que no me pasara como en la ocasión anterior, en que dos horas antes de acabar la ruta ya no tenía nada que echarme a la boca, por aquello de haber compartido las viandas. Gracias a eso, pude repartir tranquilamente algo de mi comida con los dos animales, que tras tanto derroche energético, bien les tenía que venir.


La pequeña cuenca glaciar de la Segada la Chunga, aunque en esta toma no se aprecia bien su forma cóncava


Descendemos hacia la terraza del Chanín del Teso, y luego a la Forcadona (al fondo)

De ahí descendimos al extremo norte del Monte del Sexto, donde Brown levantó una corza que estaba escondida a apenas diez metros de mí, y de la que no hubiera tenido noticia de no ser por él. Me pareció interpretar que los ladridos que proferían en su persecución eran de júbilo y entusiasmo. Como siempre, no dieron alcance a su presa, porque seguramente ni siquiera era ésa su intención.

A través del húmedo bosque, cruzando numerosas regueras, alcancé uno de los dos arroyos que dar forma a la Forcadona, y por tanto, al punto donde ya había estado unas horas antes. Ya no quedaba otra que regresar a Salientes. Al pasar de nuevo por Prao Viejo, lucía el sol, y las flores abarrotaban el lugar. Brown y Babú estaban agotados. Si hubiéramos acabado allí la jornada, no me cabe duda que ambos hubieran echado una muy larga siesta. Aproveché mientras les dejaba reposar para fotografiarles a destajo, ya que en todo el día no había tenido muchas ocasiones de hacerlo.


Brown, exhausto


Por su mirada inteligente, a veces pienso que Babú es una persona disfrazada de perro

Ésa fue la última vez que vi a Brown. No así a Babú, que nos acompañó a mí y a Vitín hace unos meses hasta el Alto de los Cotrichones. Un Babú que seguramente formará parte de futuras aventuras, siempre tan comedido, fiel y tranquilo.


Siempre con la lengua fuera, siempre corriendo. Quizá ahora también, por algún otro valle. ¿Por qué no?

Gracias desde aquí de nuevo a Vitín, ya que sin su inestimable ayuda, muchos de los nombres que han aparecido a lo largo de este reportaje no hubieran podido situarse correctamente.




Mapa extraído de Google Maps con la ruta realizada en trazo rojo. Pulsar en la imagen para ampliar



Mapa global del espacio natural Alto Sil con la ruta realizada en trazo azul. Pulsar en la imagen para ampliar



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jueves, 4 de febrero de 2010

Estoy en Babia


Peña Ubiña, la reina de Babia

Este blog comenzó como un proyecto sobre descripciones de rutas a pie y de poblaciones del espacio natural Alto Sil, y como en esta casa no somos nacionalistas, también de las comarcas del entorno, que tienen paisajes igual de interesantes que los nuestros, e incluso mejores. En ese pequeño margen de error geográfico que me permití a mi mismo se podrían incluir las descripciones que hice de Degaña, de algunas montañas en el límite con Somiedo, de Babia, valle del Naviego de Cangas del Narcea, del Alto Boeza y de la Alta Omaña. Nada inesperado. Menos cuadraban en ese marco ya reportajes sobre Ibias, que ni siquiera linda con el Alto Sil, pero ¡qué demonios!, ¿por qué no? El problema estaba en que el nombre del blog empezaba a ser inapropiado, de corto que se iba quedando. En vez de 'Alto Sil, las montañas y sus pueblos', estaba derivando hacia otros de ámbito más global, del tipo 'Cordillera Cantábrica, las montañas y sus pueblos'. Pero a mí me gustaba el título inicial, y no estaba por la labor de cambiarlo.

No estaba prevista la descripción de personajes, todos ellos ciudadanos de a pie, de estas montañas. A algún lector, estos son los reportajes que más gustan, pero son textos difíciles de fabricar, porque requieren de una visceralidad que sólo asoma cuando tiene que asomar, que es muy de vez en cuando. Si no, no tendrían mucho valor, y lo que se pretende en esas entradas del blog es precisamente resaltar al personaje que se describe, para lo que es menester contar con el mejor lenguaje y los sentimientos cargados hasta el borde, algo que el cuerpo no saca todos los días.

Un día empezó a aparecer por el blog un personaje oscuro, al que me referí en primer lugar de forma indirecta, y que poco a poco fue asomando con su verdadero nombre. Fue paulatinamente apoderándose del blog, impregnándolo y cogiendo el protagonismo con demasiada frecuencia. Últimamente, en que no tengo tiempo para crear entradas largas sobre itinerarios a pie, es el amo indiscutible del blog. Ya sabéis todos a quien me refiero. El blog está poseído por él, y os agradecería mucho si conocéis a algún exorcista de blogs que lo pueda sacar de aquí. Si no, me temo que voy a tener que cambiar el título del blog a algo así como 'Victorino Alonso, un delincuente de la montaña cantábrica'. Estoy harto de él, porque no me gusta escribir sobre él. Me deprime.

Las montañas del Alto Sil, de las que aún me quedan muchas entradas que subir al blog (no digamos ya de los pueblos), ya tienen pocos recovecos de los que pueda sacar información para escribir. El filón para el blog no se agota, sin embargo, porque para cuando consiga subir todos los textos, intercalados con otros temas, habrán pasado varios años. Pero necesito explorar nuevos territorios, y para ello, nada más a mano que las montañas de las comarcas vecinas.

Aunque seguiré caminando por Degaña, Cangas del Narcea, Ibias, Somiedo o el Bierzo, una porción importante de las próximas rutas que haga será por Babia. Es por eso que he decidido crear un nuevo blog sólo para esta comarca. Babia ofrece material para llenar un blog hasta los topes, y eso es lo que espero que ocurra en los próximos años. Pero para eso, es necesario, como diría Pepe el Ferreiro, que HAXA SALÚ.


Lago de Babia

Estoy en Babia. Estoy en http://apieporbabia.blogspot.com/ De momento, sólo aparecen las tres entradas que de Babia había en el blog del Alto Sil. Ya irán apareciendo más. Paciencia.



martes, 2 de febrero de 2010

Sama-Velilla, Victorino y Pepe el Ferreiro



Vaya mezcla más extraña, ¿no? ¿Qué pueden tener en común la autopista eléctrica Sama-Velilla, el empresario minero Victorino Alonso y José Naveiras Escanlar, 'Pepe el Ferreiro. Pues más de lo que parece a simple vista, que parece ser nada.

La autopista eléctrica Sama-Velilla es un proyecto que pretende extraer la producción eléctrica sobrante de Asturias hacia el resto de España a través de Castilla. Para ello, se van a construir torres metálicas de 51 metros de altura, durante un recorrido de 120 kilómetros, entre Sama de Langreo (Asturias) y Velilla del río Carrión (Palencia), atravesando para ello buena parte de la provincia de León. Todos los municipios del recorrido en la provincia de León y gran parte de los de Asturias se oponen a la línea de alta tensión. Se han presentado unas 30.000 alegaciones en contra de ella, pero aún así, el promotor incombustible de la autopista eléctrica dice que se va a construir sí o sí.

¿Quién es ése que defiende la construcción de la línea eléctrica, cuando los que van a convivir con ella se oponen? VICENTE ÁLVAREZ ARECES
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Del empresario minero Victorino Alonso García no sé qué contar que no haya contado ya hasta ahora. Una visita por este blog le dará alguna información básica al que no haya oído hablar de él aún. Pero no he hablado más que de pasada de cómo empezó el imperio empresarial de Victorino Alonso. A principios de los años 90, la legendaria compañía minera Minero Siderúrgica de Ponferrada (MSP) pasaba por pésimos momentos económicos, llegando a la quiebra. Las deudas de MSP contraídas con las entidades Caja España y Cajastur la dejaba prácticamente en manos de ellas. Hubo varios candidatos para comprar la compañía minera, pero de todos ellos, el elegido fue Victorino Alonso. El precio por el que la adquirió fue casi de mercadillo de pueblo. ¿Quién era tan benevolente presidente de Caja España en aquel momento? Ángel Villalba, posterior candidato a presidir Castilla y León durante varias elecciones regionales, por el PSOE. ¿Quién era el presidente de Cajastur que con ese regalo puso los cimientos del posterior imperio minero de Victorino Alonso? VICENTE ÁLVAREZ ARECES
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De Pepe el Ferreiro ya hablé en la entrada anterior del blog. José Naveiras, con su propio dinero y dedicando un número infinito de horas sin remuneración a buscar y adquirir elementos tradicionales de una Asturias que demasiado rápidamente estaba desapareciendo, fue poco a poco haciéndose con la mayor colección etnográfica de toda la provincia y una de las mejores de España. Creó el museo y, para que continuara su labor y no se perdiera cuando él ya no estuviera, lo cedió al Principado de Asturias. Pepe el Ferreiro dice lo que piensa, porque no es políticamente correcto, ni falta que hace. Para eso ya están los políticamente correctos, a los que toda la vida hemos llamado lameculos (con perdón). Lo malo de pasar mucho tiempo con aduladores es que cuando alguien no lo es, chirría demasiado entre esa música celestial de los que le dicen a uno lo que quiere oír, y que le hacen sentirse el rey del mambo. A Pepe ya no le aguantaban más, porque era íntegro, él mismo, e inmoldeable. Había que quitarle de enmedio, y de paso, hacerse con la joya de la corona de los museos asturianos, el de Grandas de Salime que Pepe creó. ¿Quién es capaz de una conspiración tan rastrera, tan burda y tan imperdonable? VICENTE ÁLVAREZ ARECES.
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Si tú estás hasta la coronilla de que el agua del grifo de Villablino no se pueda beber (por culpa de Victorino Alonso), de que tu casa cada vez tenga más grietas (por culpa de los camiones de Victorino Alonso), que el color predominante en tus calles y carreteras sea ya el negro (por culpa de Victorino Alonso), que lo que fueron magníficos valles y paisajes de montaña (Laciana, Babia, Ibias, Fabero) ya no lo sean (por culpa de Victorino Alonso), si estás harto de que nunca sepas si vas a cobrar la próxima nómina después de cumplir tu tarea en el tajo (por culpa de Victorino Alonso), que sepas que Victorino Alonso está en tu vida en gran medida por culpa de Vicente Álvarez Areces. Que sepas que apoyando a Pepe el Ferreiro y apoyando a los que no quieren la línea de alta tensión Sama-Velilla, te estás apoyando a ti mismo.

Los que os negáis con toda vuestra alma a que os obliguen a huir de vuestros pueblos con la monstruosidad eléctrica ante la que habéis presentado 30.000 alegaciones que Vicente Álvarez Areces se está pasando por salva sea la parte, que sepáis que apoyando a Pepe el Ferreiro, estáis apoyando a otra víctima del mismo verdugo, y que ayudándole a él, os ayudáis a vosotros mismos.

Si apoyas a Pepe el Ferreiro, estás con los que sufrimos al delincuente minero Victorino Alonso, y estás con los que ya no saben cómo gritarle a Vicente Álvarez Areces que no van a permitir la construcción de la línea Sama-Velilla.

Un triángulo formado por estos tres elementos, y cuyo centro no es otro que VICENTE ÁLVAREZ ARECES.

Yo estoy contra Victorino Alonso, contra la línea Sama-Velilla y con Pepe el Ferreiro

¿Y tú?



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