domingo, 14 de diciembre de 2008

Llegó la 2ª 'Nevadísima'


La carretera con mayor tránsito y a la que dan prioridad las máquinas quitanieves

Y superó a la anterior, que ya narrábamos en una entrada de finales de noviembre. Aún no ha llegado oficialmente el invierno y ya casi no caben en los dedos de la mano el número de veces que la nieve ha blanqueado como mínimo muchos pueblos del Alto Sil. Cuando parecía que las nubes este otoño habían alcanzado ya el cupo de descargas establecido, nos vienen 60 centímetros de nieve en menos de veinticuatro horas.


Aún caerían otros veinte centímetros de espesor después de tomada esta fotografía

Como ya decía cuando la 1ª 'Nevadísima', somos muchos los que gozamos al ver tanto copo caer desde nuestras ventanas. Y más cuando sucede en fin de semana, cosa que ha ocurrido en las dos ocasiones. Pero estas inclemencias del tiempo arrastran daños colaterales, claro. Hace unos días se nos fue Emidio, ese entrañable anciano que, poniendo un pie detrás de otro, mañana y tarde, se metía entre pecho y espalda unas considerables kilometradas para cumplir las órdenes del médico y combatir esa diabetes que ya le había dado algún susto previo. Lloviera, hiciera calor, viento, o lo que fuere, Emidio era fiel a sus largas caminatas diarias, siempre a pasos cortos, pero continuos. Pero tanta nieve, tantas veces, el hielo que inevitablemente sigue a las nevadas si la lluvia no hace acto de presencia -y hemos tenido unos cuantos días de aceras como el cristal- impidieron a Emidio cumplir con su férrea disciplina. No sé en qué medida este otoño invernal fue fatal para él o si ya lo ocurrido era inevitable.



Alguna vez comenté a alguien que cuando llegue a la cuarta edad me gustaría ser como Emidio: conservar ese tesón y esa determinación, y como él, desde la presencia silenciosa y con un temperamento humilde y sincero. Así era Emidio.


La ventisca arrecia en la carretera de la Braña de San Miguel

Hilvanaba estos pensamientos mientras recorría hoy el trayecto hacia la Braña de San Miguel bajo la implacable y continua nevada, en un entorno propio de las cumbres más altas de la cordillera, y con la compañía y guía del ya legendario Manolo, músico y carpintero -ahora más carpintero que músico- y su inseparable Menchu, la de la sonrisa de otro mundo, una joya llegada de tierras más veraniegas para aportar savia nueva y optimismo a esta envejecida y entristecida tierra lacianiega.



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