sábado, 29 de noviembre de 2008

Llegó la 'Nevadísima'


'Nevadísima' matutina del sábado 29 de noviembre

La previsión del tiempo fue de lo más correcto. El segundo frente comenzaría con cotas muy bajas el viernes 28, descendería aún más el sábado 29 y el resto aún está por ver. Porque si la previsión para los próximos días acierta, no sé dónde vamos a meter más nieve. Hoy, sábado, ya se ha acumulado medio metro de nieve a unos mil metros de altitud. Para algunos, una pesadilla, sobre todo si tienen que usar el coche y no disponen de vehículo todoterreno; para otros, una delicia, porque los amantes de la nieve ya salen de casa con las raquetas puestas. Y siendo fin de semana, es el momento ideal para disfrutar o mejor sobrellevar estas circunstancias meteorológicas.


Ahí debajo hay un coche...

Como me cuento entre los que disfrutan de la nieve cuando no me resulta inconveniente para otros menesteres, yo y otros de mi calaña salimos hoy a dar un largo garbeo por algunos senderos y caminos de nuestro entorno. Considero que lo más atractivo de estas grandes nevadas es que las imágenes de nuestro mundo inmediato, tan vistas y desgastadas ya por la rutina, nos las cambian por otras casi completamente nuevas, y nuestros ojos se abren a un nuevo lugar, tan parecido al que vemos todos los días, pero en el fondo tan distinto.


...y esto era una calle

Y como el ser humano es un adicto a los estímulos y la rutina carece en sí misma de ellos, ¿qué mejor ruptura con nuestro horizonte visual multicolor que un gran brochazo de color blanco que todo lo tapa? De la misma manera que nos reconcome la curiosidad por ver cómo quedó tal casa, tal comercio o tal monte después de un incendio o una catástrofe; o por ver cómo ha quedado algún vehículo accidentado, que prácticamente todos sin excepción reducimos la velocidad para cotillear, provocando aún más atasco; por esa curiosidad, cuando nieva, siempre gustamos de mirar por la ventana o salir a la calle a ver el nuevo aspecto de todos los elementos que componen el puzzle por el que nos movemos todos los días.


Una gran nevada es todo un mundo de imágenes espectaculares

Y por esa necesidad de cambiar de mundo, pues a unos cuantos de nosotros, aún insatisfechos con el radical cambio producido en las últimas 24 horas, no nos importaría que cayera otro medio metro de nieve en los próximos días encima del que ya hay.


Lo archiconocido, de repente, es nuevo.

Por otro lado, no dejamos de pensar aquello de que como a inviernos suaves suceden veranos suaves y a inviernos fríos corresponden veranos muy calurosos, ¿qué va a ocurrir en los próximos meses? ¿ni un copo de nieve más hasta el próximo invierno? ¿varios meses sin ver una nube, neutralizando la excelente reserva de agua que hemos recibido ahora para nuestros manantiales?


A este árbol no le dedicaríamos un segundo de nuestra atención el resto del año

Porque el clima se ha vuelto loco y ya no sabes por dónde te va a salir. Disfrutémoslo cuando sea la hora de disfrutarlo. ¡Y vaya que si lo hemos disfrutado hoy!


¿No merece la pena tanta belleza?




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miércoles, 26 de noviembre de 2008

Casa de Sierra-Pambley


Edificio central del conjunto de Sierra-Pambley, con el hórreo ubicado en el hueco en forma de U

La Casa de Sierra-Pambley es la edificación más emblemática de Villablino, capital de la comarca y valle de Laciana, y ahora propiedad de la Fundación Sierra-Pambley. Aunque en realidad son dos edificios: uno, con la tradicional forma de U de las antiguas casas lacianiegas y su hórreo en el corral, alberga exposiciones de todo tipo de cuando en cuando; en el otro, se desarrollan los cursos de la UNED, los de verano de la Universidad Carlos III y otros muchos de distinto tipo. Este conjunto arquitectónico es un lugar muy solicitado por los recién casados para tomar las consabidas fotografías.


Víctor, responsable del mantenimiento, nos explica detalles sobre el hórreo

Quien sale a atendernos nos pareció en primera instancia un extra de la película Conan el Bárbaro, sin el hacha de dos manos y después de dejar su disfraz en el vestuario; o también podría ser uno de aquellos guerreros pésicos que tanto trabajo dieron a los romanos bajo el mando de Augusto en la conquista de estas tierras, aunque embutido en unos pantalones vaqueros y en una camisa. Pero es simplemente Víctor, el encargado del mantenimiento de la Casa de Sierra-Pambley, siempre tan gentil y de trato tan noble. Aunque visto de lejos, con esas espaldas de armario, y si además hace tiempo que no pisa la peluquería...


Blasón de la familia Sierra-Pambley y fecha de construcción del conjunto (1774)

Víctor nos va explicando las diferentes dependencias del conjunto, como el pozo, de quince metros de profundidad y ahora rodeado de una caseta de piedra a juego con el resto de edificios; nos muestra el escudo familiar de Sierra-Pambley, con la fecha de construcción de la casa esculpida algo más abajo (Año 1774) o cóm
o la puerta de entrada al recinto se encuentra ahora en un lugar distinto del que ocupaba en sus orígenes; o que el hórreo posiblemente sea tan antiguo como el resto de la casa.


Edificio donde tienen lugar los diferentes cursos (izquierda) y uno de los brazos del edificio central (derecha)

Pero la Casa de Sierra-Pambley no solamente es un islote cultural y arquitectónico en una población de modernas edificaciones construidas a la par de la demanda minera; también es un minúsculo ecosistema que habitan ocasionalmente algunas especies animales silvestres, como esas dos criaturas de la noche -madre e hijo- que han pasado gran parte de este último año en alguno de sus rincones.


Uno de los árboles que plantó Víctor en el pequeño parque ante la entrada del conjunto de Sierra-Pambley, que también pertenece a la Fundación.

Hasta hace aproximadamente un año, la Oficina de Turismo de Villablino estaba ubicada en una de sus dependencias, exquisitamente atendida por Eli y Mari Carmen. Actualmente, se encuentra de nuevo en el vagón de tren que había ocupado tiempo atrás, frente a la Casa de la Cultura. Antes de este traslado, los fines de semana el recinto de Sierra-Pambley permanecía abierto por la situación allí de la Oficina de Turismo. Ahora, los sábados y domingos Sierra-Pambley está cerrada al público y los contrayentes de matrimonio ya no disponen de este entorno para sus fotografías post-boda.

La Casa de Sierra-Pambley es realmente un excelente reclamo turístico en una población en la que poco esfuerzo se ha hecho por conservar la
arquitectura tradicional, la cual sigue desapareciendo con rapidez y en silencio.


El logotipo de la Fundación Sierra-Pambley a la entrada del recinto




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lunes, 24 de noviembre de 2008

Veiga del Prado y Valle de Prefustes


Brezo por todas partes. Vista hacia Meroy

En el área comprendida en el rectángulo imaginario cuyos vértices serían el Puerto de Somiedo, el Alto de Prefustes, Meroy y Lumajo existe -físicamente, no en descripciones de ningún tipo en ningún lugar- un amplio espacio, vacío prácticamente de presencia humana y de edificaciones. Una zona caótica y con la que cuesta trabajo familiarizarse, en parte por la homogeneidad de su aspecto y la ausencia de referencias geográficas claras. El mismo hecho de la no-existencia de este lugar lo vuelve sumamente interesante para aquellos que gusten de recorrer lugares tranquilos y olvidados.


La cuadra donde acaba la pista

En esta ocasión, mes de julio, se recorrió la parte más septentrional de este territorio mencionado. Unos dos kilómetros antes del Puerto de Somiedo, en territorio leonés, de un lugar de acampada junto al río que cuenta hasta con contenedor de basura, parte una pista que se aleja ladera arriba en dirección a una cuadra próxima a la Veiga del Prado. En estos días del verano, la zona de acampada estaba ocupada por diversas tiendas de campaña y vehículos varios.


Saliendo de la Veiga del Prado. Al fondo, Peña Prieta

Nada de especial interés durante el ascenso por la pista, de unos dos kilómetros de longitud. Por las proximidades de la cuadra, un numeroso rebaño de ovejas. En todo el trayecto hasta aquí, ni un solo árbol. Trasponiendo la loma ya se tiene vista de la amplia y hermosa Veiga del Prado, una gigantesca turbera por donde pace otro rebaño más de ovejas, de amigables perros guardianes.


Cornón desde el Collado de Poceirón

En la Veiga giramos a la izquierda y la recorremos hasta una collada en su lado sur, ya a 1634 metros, para desde ahí ir enlazando senderos o tramos favorables hasta el Collado de Poceirón o Pozo Airón, situado en la loma que da vista al valle de la Almozarra, perteneciente a Lumajo. Desde un buen tramo antes de alcanzar el collado notamos ruidos de motores provenientes del otro lado. Imaginamos que algunos vehículos todoterreno pueden estar circulando en el lado de Lumajo, pero el runrún es continuo y extraño. En el collado descubrimos la verdad: es el sonido de los dúmpers y retroexcavadoras que trabajan en el cielo abierto de El Feixolín, tres valles más allá aunque invisible desde aquí. Lo cierto es que ese ruido es audible desde prácticamente cualquier cima del Alto Sil, incluso desde el lejano Catoute.


La Peña Muxivén, con su vertiente más hermosa

Lo lógico para ir hacia el norte desde este collado de Poceirón sería ir cordal arriba hacia Tres Cruces (1844 metros) que es la máxima cota que cierra el valle de Prefustes por el sur. Pero, ... ¿quién habló aquí de lógica? Itinerarios lógicos y razonables son frecuentemente contradictorios con el arte de la exploración. Y hoy, pues bueno, nos dio por propinarle un pequeño puntapié a la lógica. Así que, sabiendo la existencia de un sendero a media ladera por la vertiente oeste -de Lumajo- por otra ocasión anterior en que íbamos a descender del collado de Poceirón hacia las Enramadas, por allá que fuimos.


Tres Cruces desde el Miro la Piedra

El sendero atraviesa varios manantiales, algunas escobas y sin apenas esfuerzo alcanza el Collado de Tres Cruces, en la cabecera del valle de Prefustes. Todo hay que decirlo, desde el Collado de Poceirón hacia la cima de Tres Cruces no se percibía a simple vista ningún sendero y sí mucho brezo. La posterior arista desde esta cumbre hacia el este, pasando por Peña Prieta, parece estar completamente dejada de la mano de Dios -y del hombre- y la maleza se antoja abundante.


Penouta (derecha) y Peña Blanca (izquierda), desde el Alto de Prefustes

Desde el Collado de Tres Cruces decidimos que es pronto para iniciar el descenso y seguimos hacia el norte. Poco después, el sendero principal se dirige a media ladera hacia el Miro la Piedra, bordeando el Alto de Prefustes por el sur. Es un sendero muy recorrido por el ganado y sin un interés especial hasta que alcanzamos el cordal y damos vista a la Penouta, su veiga y por supuesto, la buena panorámica de todo el valle de Prefustes.



La Veiga de Prefustes. La abandonaríamos por la suave collada que se ve arriba, a la derecha

Damos aquí la vuelta por el sendero por el que vinimos para ascender al Alto de Prefustes no por el cordal, que nos muestra una gran roca en el camino, sino un poco más al oeste. Una vez en la cima, recorremos la pequeña meseta de la cumbre hasta su extremo norte, justo unos metros por encima del sendero que va del Puerto de Somiedo al Cornón. Ya hace calor y para parar a comer y hacer fotografías hay que buscar algún lugar donde sople el viento y nos espante las moscas de la cara.


Lapiaz. Al fondo asoman las estribaciones de Peña Prieta

Una vez vueltos al Collado de Tres Cruces, descendemos ya hacia el valle de Prefustes. Al llegar al fondo de la vega, enlazamos con la senda del Cornón y poco más allá, cruzamos el río aprovechando un puente natural en el tramo en que el arroyo se sumerge bajo tierra para volver a aparecer poco después. De nuevo, lo lógico hubiera sido ir hasta el Puerto para tomar allí el camino que lleva a la Veiga del Prado o, más cómodo aún, bajar por la carretera hasta el coche. Pero no será así, porque tras cruzar el arroyo, ascendemos a una pequeña collada situada en uno de los espolones que bajan de Peña Prieta, para luego bajar a la siguiente vaguada, no sin dificultad al perder el sendero y meternos en la espesura. Otra ascensión hasta un hermoso lapiaz de la siguiente loma y ya el descenso muy fácil hasta el camino que mencionábamos hace un momento y que lleva a la Veiga del Prado.


La ascensión a Peña Prieta por el este y su continuación hacia Tres Cruces se adivina peleona

El calor es insoportable y en varias ocasiones aproveché el agua de los arroyos para empaparme la cabeza y descargarla así unos minutos de la insolación. De vuelta en la cuadra del inicio de ruta, tres mastines nada amigables nos hostigan durante unos centenares de metros. ¿será el olor que dejaron en nuestras ropas los otros tres mastines que encontramos durante la mañana? ¿un clan rival? O simplemente, que no dimos con la tecla correcta para entablar la amistad con ellos.


Ya de vuelta en la Veiga del Prado y el arroyo que la desagua



Mapa extraído de Google Maps con la ruta realizada en trazo rojo. Pulsar en la imagen para ampliar




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miércoles, 19 de noviembre de 2008

El Campo de La Mora ¿o el Valle de la Muerte?


El antaño apacible e idílico Campo de la Mora

El Valle de la Muerte -Death Valley- es un parque nacional del oeste de los Estados Unidos, cuya altura desciende en algunos puntos por debajo del nivel del mar y donde se alcanzan temperaturas de más de 50º. Su nombre no es realmente sinónimo de muerte, porque en él viven numerosas especies animales e incluso vegetales. Su aridez extrema fue producida por causas naturales en los últimos miles de años.


¿Los cráteres de un bombardeo aéreo? No, una mina sin restaurar

El Campo de La Mora, entre Piedrafita de Babia y El Villar de Santiago, es (era) un hermoso valle de fondo plano situado a 1400 metros de altitud, donde hace unas décadas se hacinaban miles de ovejas de los rebaños trashumantes. Actualmente, gigantescas retroexcavadoras dan dentelladas en la ladera norte del valle y deshacen sus montañas. Las escombreras de material sobrante caen sobre el fondo del valle, colmatándolo. El curso del arroyo que lo recorría ha visto alterado su recorrido y una gigantesca balsa artificial secciona el último tercio del Campo de La Mora.


Instalaciones mineras abandonadas a su suerte

En otro de los extremos del campo, unas antiguas instalaciones mineras se van deshaciendo lentamente, con la velocidad que los agentes meteorológicos les puedan imprimir. Nadie ha exigido su desmantelamiento, la empresa no tiene intención de perder unas horas de trabajo en las tareas de retirada de estas ruinas y ahí permanecerán de manera indefinida, afeando de forma innecesaria un paisaje otrora magnífico. Como lo afean las escombreras y cráteres que se ciernen en la ladera a pocos metros. Un paisaje que, si los veteranos de la batalla de Verdún de 1916, los marines que asediaron Iwo Jima en 1945, o los aliados que no dejaron un árbol en pie en Montecassino en 1944 pudieran tener delante, seguramente atribuirían a una descomunal batalla en la que habrían participado miles de piezas de artillería.

Pues no, es simplemente una mina de carbón
sin restaurar.


El Alto de la Cañada (2.154 m.), sobre un Campo de La Mora que se va ahogando con las escombreras mineras

Nadie va a protestar porque las minas de carbón de interior sigan abiertas y además, generando puestos de trabajo; el pasado, pasado es y a las minas de carbón a cielo abierto clausuradas no tiene sentido dedicarles un segundo más de indignación; pero coño, ¿POR QUÉ DEMONIOS NO SE RESTAURA EL TERRENO EN LAS MINAS ABANDONADAS Y NINGUNA ADMINISTRACIÓN ASÍ LO EXIGE?


Así como está en plenas labores de extracción, así quedará cuando este sector se abandone

El Campo de La Mora es realmente un valle de la muerte, no porque en él se registren altas temperaturas ni escasas precipitaciones, ni el suelo sea poco fértil. Simplemente, es un valle que se muere por culpa del ser humano (genérico) y de un ser humano (concreto) que cuando extraiga todo su carbón, irá con la muerte a otra parte. Y aquí no ha pasado nada.


Una enorme balsa secciona el último tercio del valle y da muerte al arroyo de la Mora




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lunes, 17 de noviembre de 2008

Nevadín, por La Loma


Lo mejor del día: las vistas de la Peña Valdiglesia y sus bosques

Esta ruta que se describe a continuación se realizó durante el último mes de julio. Era un itinerario de exploración, porque no se sabía qué tal de transitable iba a estar el recorrido, o al menos el inicio del mismo. Como es lo más razonable en verano, este día se madrugó, y de lo lindo. Salimos del coche algo después de las siete de la mañana, para evitar pasar el menor número de horas bajo el sol del mediodía, ya que en toda la ruta no había prácticamente un árbol que nos fuera a proteger de él.


Cerneya (dcha.) que con sus 2115 metros es la segunda cumbre de la Sierra de Gistredo

Hay un largo cordal que parte de la cumbre del Nevadín y que se dirige hacia el sur, hasta el pueblo de Salientes, y que allí llaman simplemente La Loma. Un camino que parte del primer puente de la ruta a Prao Rabón va ascendiendo hacia ella, ya muy tapado por la vegetación y bajo la que sucumbirá completamente dentro de pocos años. El sendero que un día fue camino muere en una caseta y ahí comienza la improvisación. Resulta ser poca y sin mucha dificultad, porque pronto se alcanza una zona suave de La Loma, con vegetación poco crecida. Luego aparece el primer sendero, que ya no deja este largo cordal hasta cerca de la cima del Nevadín.


Pasan unos minutos de las ocho de la mañana. Al fondo, a la izquierda, asoma la cumbre del Nevadín

La Loma digamos que no tiene nada de interés en sí misma, pero es un buen mirador para contemplar el macizo de Valdeiglesia, Tambarón, Catoute y los valles secundarios al norte de Salientes. Y el avance, una vez superado aquel tramo inicial sin sendero, es muy sencillo y sin grandes pendientes.


El Miro de Rabón, siempre a nuestra izquierda durante la ascensión por La Loma

Al inicio de la última cuesta antes de la cumbre, por hacer un poco más entretenido el día, tomamos un sendero que, horizontalmente, se dirige hacia otra de las lomas que el Nevadín despliega hacia el sur, algo más al este que la nuestra. Pasamos por una especie de hoya longitudinal colgada en medio de la ladera que nos recuerda que los romanos anduvieron sacando oro dos valles más alla hacia el oeste y que ¿por qué no? también podían haber estado hurgando por aquí.


Tambarón, con su circo glaciar más claro

Al llegar a la nueva loma, que ya da vista hacia el valle de Vivero, nos dejamos de rodeos y ya enfilamos hacia la cumbre del Nevadín. En el límite entre Salientes y Vivero, a poca distancia de nosotros, unos operarios cavan en el suelo en diferentes puntos de la montaña; algún tiempo después, en otra ruta por la zona encontraremos unas estacas de madera de un cierre para el ganado.


Peña de Valdiglesia y Pico Braña la Pena. En la parte inferior, de verde más claro, toda La Loma

El descenso desde la cumbre lo realizamos por la Braña de Peña Vendimia, una solitaria cabaña en el valle que se forma entre las dos lomas que hemos tocado hoy. Hay mil senderos, pero ninguno recorre apenas distancia hacia abajo, que es lo que nos interesa, sino que van horizontales, de lado a lado de la ladera. Después de seguir inicialmente algunos de ellos, llegamos a la conclusión de que todos tienen la misma tendencia remoloneadora y nos precipitamos en línea recta valle abajo, sin grandes complicaciones.


De izquierda a derecha: Peñona, Cerneya, Catoute (el pico afilado) y Valdiglesia

La braña, el calor que ya aprieta y el aire que no corre aquí abajo, y el cuerpo que lo que pide es salir de allí y no parar bajo el sol inmisericorde. Una pista que se percibe como abierta muy recientemente nos deja en Brañarreonda y la otra pista, la que comunica Salientes y Vivero, nos lleva al pueblo. En la última curva, nos acercamos a ver el Castro, del que no apreciamos nada que nos confirme que allí hubo tal cosa, aunque habrá que creerlo.



Mapa extraído de Google Maps con la ruta realizada en trazo rojo. Pulsar en la imagen para ampliar




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miércoles, 12 de noviembre de 2008

La recuperación de los castros de Laciana


El Castro de Rioscuro, visto desde los prados de Robles de Laciana

La Crónica de León traía hoy una interesante noticia sobre el proyecto del Ayuntamiento de Villablino de crear un centro de interpretación de los castros de la comarca. Por no repetir aquí exactamente lo mismo que explica este periódico, dejamos al lector que se informe por sí mismo de la fuente.


La Corona de Trasdepanes, entre Rabanal de Arriba y Llamas de Laciana

Pues sí, señor, es una excelente noticia. Los trabajos parece que está previsto que comiencen dentro de quince meses, que como en todo, seguramente al final serán más. Y del mismo modo que lo objetivamente criticable hay que criticarlo, las iniciativas beneficiosas para un pueblo hay que aplaudirlas. Y desde aquí va un fuerte aplauso a este proyecto.


El Castro de Villaseca, con la Laguna del Castro a sus pies

En una anterior entrada titulada Ideas para el Alto Sil ya hablábamos del tema, incidiendo en que no era idea nuestra sino que ya flotaba en el aire porque había sido planteado por otras personas con anterioridad.


Castro de La Zamora o de La Mora, al que se accede por una ruta señalizada desde Villablino o Sosas de Laciana

La inusual concentración de castros del valle de Laciana convierten a esta comarca en un lugar idóneo para una iniciativa de estas características. Los antiguos glaciares que recorrían los valles del Alto Sil, con espesores de hasta 200 metros de hielo en lugares como Villablino, y los posteriores períodos interglaciares en los que las masas de hielo se retiraron, dejaron grandes morrenas laterales, que incluían numerosos montículos, y que permitieron a los primeros pobladores de estas montañas aprovechar esa gran cantidad de tesos en las orillas de los valles como lugares fácilmente defendibles para establecer núcleos habitados.


Castro de Villaseca, por encima de las instalaciones abandonadas del Grupo Lumajo, en Villaseca de Laciana




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domingo, 9 de noviembre de 2008

Los bosques de Cerredo


El hayedo de Cerredo, que combina con robles, acebos o abedules

Algunos de los mejores bosques del suroccidente asturiano se encuentran al sur de la localidad de Cerredo, la más poblada del municipio de Degaña, aunque no sea la capital. Arribando desde La Collada -Puerto de Cerredo- lo que primero nos llama la atención es el color negro que tiñe todo absolutamente durante centenares de metros. Montañas de carbón a nuestra izquierda; carbón que cae a borbotones junto a la carretera a la derecha; camiones que traen y llevan el mineral y que ennegrecen carreteras, calles, vegetación... y hasta la ropa que los vecinos tienden en los tendales.


Roble tronchado por el peso de la nieve del martes pasado

Pero girando el cráneo hacia la izquierda, por encima de tanta negrura, el bosque caducifolio parece no darse por enterado y prosigue su vida y sus cambios de color. La verdad es que parece mentira la convivencia de lo más hermoso con la suciedad más absoluta. Pero es lo que hay, aunque el alcalde ya hizo algún amago de intentar convencer al multiempresario minero de que intente ser un poco más limpio y deje de perjudicar la imagen de esta población asturiana. Pero como con casi todo, el emperador del carbón se lo pasó por el forro.


Cuando Nieve encontró a Carbón

La ruta de hoy no era una ruta clara y concreta, sino un deambular por aquí y por allá, un disfrutar de los últimos tonos del otoño, antes de que la globalización del color establezca sus ocres y marrones hasta la paulatina caída definitiva de la hoja. Así pues, empezamos rodeados de robles, continuamos entre algunas coníferas, unas verdes y otras amarillas -¿de alguna enfermedad?- plantadas en el pasado, y nos introdujimos en el hayedo, un hayedo que convive con el robledal y se entremezcla con él para crear aún más belleza.


Lo que se podría hacer en Cerredo con una buena cámara... y con un buen fotógrafo

La nevada del martes pasado hizo también aquí mucho daño. Prácticamente no hay roble que no tenga alguna rama partida y más de uno ha tenido que ser serrado para despejar caminos. Asistimos con tristeza a la segura muerte de dos grandes robles, antiquísimos, que se partieron por el peso de la nieve. Uno de ellos ya no tiene solución y yace inerte a lo ancho de un camino, mientras que el otro, del que aún queda algo en la vertical, pudiera salir adelante, aunque muy menguado en volumen.


Negro, blanco, verde, amarillo, naranja y marrón. ¿Alguien puede ofrecer más?

La nieve aguanta, más por la ausencia de sol y de lluvia que por temperaturas, que hoy subieron ligeramente. Pero ya se echa de menos al astro rey, después de tan larga ausencia.


Cerredo esconde una excelente colección de robles centenarios


Después de haber resistido al hombre durante cientos de años, este roble no resistió una mediocre nevada prematura


Hayas, robles, acebos. Hermoso


En algunos recodos, el haya no quiere compañía. Y sigue siendo hermoso




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