martes, 16 de junio de 2009

Intrascendencias en Somiedo


La Veiga Ventana, en el mismo puerto de Somiedo

No todo en este blog han de ser largos itinerarios plagados de demoledoras cuestas, ni batallas campales con escobas, piornos, zarzas y tupido brezo. Ni hermosas rutas espolvoreadas de escombreras mineras, vertederos o recientes incendios. A veces uno sale a dar un paseo, por aquello de estirar las piernas, sin ganas de complicarse la vida ni de acumular mucho ácido láctico.


Mar de nubes en Somiedo. Luego subiría hasta el puerto. A la izquierda, el Mocosu (1.989 m.) y al fondo, la afilada Peña Mochada (1.659 m.)


Peña Mochada con teleobjetivo

El otro día -uno cualquiera-, me apetecía recorrer el tramo entre el puerto de Somiedo y Llamardal, por donde fuera, aunque ello supusiera seguramente un largo trecho por asfalto. Porque hay lugares que, por muy despacio que se recorran en coche, nunca llegan a ser lo mismo que cuando se realizan a pie. Como ocurre con el puerto del Connio, sin duda el más hermoso de la cordillera Cantábrica.


El Cornón (2.188 m, izqda.) y la Penouta (1.976 m.), con el hayedo a sus pies


Otra vista de la Penouta, desde el límite del hayedo

La previsión del día era de lluvia, y no estaba la cosa como para aventurarse hacia las cumbres. Así que este proyecto simple y cómodo encontró este día su realización. Partiendo del puerto en dirección Asturias, hay una simpática recta, bordeada por ambos lados de laderas que convierten este tramo en una especie de ancha trinchera llamada la Veiga Ventana. La humedad del lugar la convierte en una estrecha turbera, siempre verde y esponjosa. Al llegar al final de la recta, la carretera se vuelca hacia el abismo, ese abismo que no existe por la vertiente leonesa del puerto, que es una vulgar cuesta sin apenas pendiente ni trazas de puerto de montaña. Una sucesión de artísticas zetas nos deja en el pueblo de La Peral, el primero de la vertiente asturiana. Pero antes de iniciar ese descenso, encontré un sendero muy pisado de ganado que iba en horizontal, aparentemente en dirección a las brañas de Valdecuélabre, ésas del pueblo de Llamardal que se encuentran a la caída de la espectacular cara noroeste de Peña Salgada. Pero al llegar a un nutrido grupo de vacas, el sendero tocaba a su fin, muy lejos del objetivo que yo había fantaseado.


La Peral, a punto de sumergirse en el océano


Peña Salgada (1.979 m.)

Vuelta atrás, y más o menos en el mismo punto, un camino desciende paralelo a la cárcava del arroyo que nace justo al final de la Veiga Ventana. El camino atraviesa las últimas hayas, muy dispersas ya, del hayedo que tapiza la ladera por encima de la carretera. Poco después se llega de nuevo a la carretera, habiendo evitado todas las curvas por este atajo. Justo enfrente sale el desvío que lleva a La Peral, que tomo. Llegando a la entrada del pueblo, junto al aparcamiento habilitado para que los vehículos de los visitantes no lo atasquen, un camino desciende hacia la derecha, dirigiéndose hacia el río. Vadea un primer arroyo -más bien canalizado- por una pequeña pasarela, pero con el río Somiedo ya no puede. No sé en otro momento del año, pero ahora no se puede cruzar. Media vuelta.


La Encarralina (1.862 m.)

Al llegar de nuevo a la carretera general, empieza a llover. La niebla, que antes llegaba sólo hasta La Peral, ahora ya queda por encima de mí. Coincido para refugiarme en la parada de autobús del cruce con una pareja mayor que ejercita las piernas. Las palabras de rigor:

- ¿Qué eres, del Puerto?
- No, de Villablino
- ¿Qué haces por aquí?
- Dar una vuelta, aunque ahora parece que ya se acabó
- Daban lluvia para hoy, pero parece que iba salvando
- Sí, pensé que llegaría para la tarde
- ...etc, etc


Roca llena de fósiles marinos


Y así fue el resto de la jornada. No demasiado interesante

Puse la capa de agua por encima de la mochila y su propietario, y contradije mis propias palabras de 'ya se acabó', porque seguí caminando en dirección norte, ya por la carretera, porque ahí ya no había alternativa posible fuera de ella. La niebla era bastante cerrada, y las vistas a las montañas se acabaron por ese día. Ya no levantaría. Hasta llegar a la provincia de León, claro. Continué dos kilómetros carretera abajo, pasado Llamardal, pero aquello carecía por completo de alicientes, así que, ahora todo por carretera, y por las zetas, de vuelta al Puerto. La lluvia no molestó más que un rato, pero la jornada ya poco podía ofrecer. Aún así, a lo tonto, habían sido catorce kilómetros de caminata. Un buen paseo.


Apariciones en la niebla. No, esta cigüeña no pasó del puerto







Mapa extraído de Google Maps con la ruta realizada en trazo rojo. Pulsar en la imagen para ampliar

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7 comentarios:

  1. La niebla de Asturias a veces es magica. Me gustaron mucho las fotos

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  2. Pensativo me has dejado. Y allá voy: "Porque hay lugares que, por muy despacio que se recorran en coche, nunca llegan a ser lo mismo que cuando se realizan a pie." Bajo la apariencia de una frase simple se esconden tantas sugerencias... El tiempo modifica nuestra percepción del espacio. Y en nuestra cultura actual cuanto más rápido mejor ¿o no es lo que se pide? ¿autovía?. Lugares hay en Europa muy turísticos que no tienen nuestras carreteras, pero en cambio tienen muchos más caminos e incluso, en las pequeñas carreteras, muchos apeaderos para contemplar el paisaje, o zonas de adelantamiento para los que tienen prisa... No es nostalgia por ir en burro sino sostenibilidad, y se me viene a la cabeza un lema recurrente: (a veces ) menos es más.

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  3. Eminosuke: bienvuelto al blog tras tan larga ausencia.

    Viajamos por la vida a velocidades de órdago, y no sólo en monstruos de metal, sino que nos hemos vuelto unos absurdos esclavos del tiempo en todas sus aplicaciones. Y digo 'absurdos' porque estamos pendientes del reloj constantemente, total para luego llegar a casa y malgastar el tiempo tan costosamente ahorrado en estúpidos y aburridos programas televisivos o en otras tareas de relleno. O toda una vida de prisas, para llegar a la jubilación (cuanto antes posible, por favor) y marchitarnos durante tres décadas con más tiempo libre del que sabemos gastar. Y ya ni la salud ni las neuronas están para mucho juego, cuando sí lo estaban para percibir y sentir el mundo mientras éramos jóvenes.

    El problema es que aún queriendo pisar el freno en nuestra vida individual, tenemos este enloquecido mundo tan dentro de nuestras células, que es más difícil que parar un coche cuesta abajo con las suelas de los zapatos, no sólo por la terrible inercia, sino porque los que circulan a nuestro alrededor nos embisten por detrás si no circulamos a su misma velocidad. Hay que ser un mago para conseguir llegar a disfrutar de la lentitud sin tener para ello que retirarse del mundo.

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  4. La intrascendencia de un hecho, de un rincón, de una palabra,... reside en la propia persona y el momento. Hay lugares que en un determinando día te parecen intrascendentes y en otros momentos te resultan de lo más atractivo. La intrascendia tal vez esté ligada con el "soy yo y mis circunstancias" y tanto el ego como las circunstancias pueden cambiar a cada momento.

    Es cierto que vivimos en un mundo lleno de prisas y cuando llegamos a nuestro destino nos preguntamos que para qué hemos corrido tanto: Hace 20 años el trayecto entre Logroño y Moal me llevaba normalmente entre 8 y 10 horas, aprovechándolo para visitar los pueblos, cambiar de ruta para conocer otros lugares,jugar los niños y comer por el camino; ahora, con las nuevas autovías y carreteras ese mismo trayecto me cuesta, sin excederme en la velocidad, cuatro horas y media. Yo mismo me doy cuenta que he ido para atrás, pero hasta me resulta difícil cambiar los hábitos. ¿ Será cosa de la globalización..... ?

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  5. Antes de nada, José, mis condolencias con los que estáis viviendo momentos tristes en Moal, por el trágico fallecimiento de vuestra vecina hace unos días.

    El problema de las prisas es que como las llevan consigo todos los que nos rodean, no somos apenas conscientes de lo antinaturales que son. Las damos por hecho y, como con la salud, no se es consciente de ellas hasta que no están presentes. Siendo de Moal como eres, y viendo el ritmo de vida más lento que es habitual en estas zonas de montaña, me creo que el hábito de vivir la vida al paso lo tuvieras hace 20 años, pero en contacto con la 'civilización', lo hayas ido perdiendo sin darte cuenta de cuando sucedió. Sólo queda la opción de empaparse todo lo que se pueda en cada visita a casa de ese ritmo de vida más natural que llevan los que todavía quedan por aquí.

    Por supuesto que en España casi toda la población hace unas décadas era como esos 'raros' especímenes de los pueblos, que viven más el presente. Es lo que aún sucede en los países pobres. Tristemente, progreso y salud mental no suelen ser compañeros de viaje.

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  6. El primer pueblo de la vertiente asturiana, no es la Peral, si no el Puerto de Somiedo que pertenece a Asturias y los que alli habitamos o pasamos nuestro periodo estival en tan hermoso paraje, nos sentimos y nos sentiremos siempre asturianos.

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  7. Perdón por el error. Debería haber puesto "el primer pueblo de la vertiente asturiana tras el Puerto de Somiedo".

    Un saludo

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