martes, 21 de junio de 2011

La mediterranización cantábrica


El glaciar del Aneto -el más grande de España- en el año 2003. La línea azul es el límite del glaciar a mediados del siglo XIX, y en rojo, el límite en el 2003. En los últimos ocho años, ese límite se ha acortado aún más. Fotografía extraída de la web sobre el libro El glaciar de Aneto, de Jordi Camins Just. La recomiendo

Me decía a mí mismo últimamente que no recordaba un año en que no cayera una sola nevada en las cumbres en el mes de abril y mayo. Menos aún, que previamente se hubieran alcanzado los treinta grados en el mes de marzo a mil metros de altura. La masacre nival resultante en las cimas cantábricas era, por tanto, previsible. La desaparición de los neveros en nuestras montañas ha sido, de media, un mes más temprana de lo habitual.

El invierno último fue un invierno normal, sin estridencias, no tan radical como los dos anteriores, que pulverizaron las estadísticas de las últimas décadas. Inviernos fríos y nevosos que no sirvieron de nada, puesto que los veranos que los siguieron también batieron récords de altas temperaturas, y lo que más importa, que es la temperatura media anual, fue más elevada de lo normal.

Ayer me enteré que desde 1951, ésta ha sido la primavera más calurosa. Me apuesto lo que sea a que el invierno 1950-51 fue más frío que el 2010-11, y que el verano del 51 no fue tan caluroso como lo va a ser el del 2011. Porque yo sabía que a inviernos suaves les seguían veranos frescos -para compensar- pero no tenía ni idea de que a primaveras calurosas les sucedían veranos tórridos. Entonces, ¿cuándo viene la compensación térmica? ¿tendremos un otoño gélido?


El Nevadín, el 18 de mayo del 2009

Hay quien aún niega el calentamiento global. Aparte de los responsables de muchos grupos empresariales, cuyas actividades podrían no ser tan rentables si dejaran de aumentar claramente el efecto invernadero, los hay que piensan que porque nieve en la playa -donde nunca recuerdan que haya nevado- o que caigan cinco nevadas en un año en Madrid -cuando antes nevaba una vez cada tres años- el cambio climático es al revés: dicen que en vez de subir las temperaturas, están bajando. Luego, cuando a finales de mayo ha habido 42 grados -que tampoco ellos nunca han vivido- no dicen ni mu. Si hablas con cualquiera de los negacionistas de cierta edad, que hayan pasado su infancia en lugares próximos a altas montañas, todos te reconocen que antes nevaba mucho más, todos los años, y que la nieve en las montañas resistía mucho más que ahora entrado el verano. Pero curiosamente, este dato tan clarificador sobre el calentamiento global no parece hacerles caer en la cuenta de que en realidad sí está sucediendo.


El Nevadín, el 15 de mayo del 2011. El nevero de las Joyas del Nevadín, que no es visible desde aquí, y que en el 2010 resistió hasta finales de agosto, este año no llegó al mes de junio.

Algunos de los glaciares que conocí en los Pirineos hace veinticinco años ya han desaparecido, otros son simples neveros, y por supuesto, el nevero del Corral del Veleta, en Sierra Nevada -que era el campo de hielo permamente más meridional de Europa-, hace tiempo que se esfumó. ¿Por qué le doy tanta importancia a los neveros, a su duración, o a unos glaciares que a la mayor parte de la población nada parecen aportar y nada importan?

Muchas provincias de España -o países de África- tienen serios problemas de agua en el verano, que no serían tales si en su entorno existieran altas montañas cubiertas de nieve buena parte del año y por supuesto, menos aún, si tuvieran glaciares. Un nevero que resista hasta el verano garantiza el caudal de un arroyo para todo el año, por seco que luego pueda venir el otoño. Un glaciar es una mina de agua para una gran extensión de tierras bajas a muchos kilómetros de una montaña. Parece que como tenemos agua corriente, y casi nunca hay restricciones aquí en el norte, eso va a seguir siendo siempre así. Pero los tiempos están cambiando, y muy rápidamente. Hace pocos años, un verano terriblemente seco que siguió a un invierno poco nevoso, provocó que las tomas de agua individuales que tienen las casas de muchos pueblos de montaña de Asturias empezaran a tener problemas de suministro. Lo mismo sucedería a los pueblos con toma de agua común. Cuando se hizo la toma, hace ya unos cuantos años, nevaba algo más, llovía algo más, y los manantiales estaban bien nutridos. Una reducción porcentual pequeña del caudal del manantial es suficiente para no cubrir la demanda prevista y el gasto correspondiente ya establecido. Este año el problema puede alcanzar dimensiones que no se han conocido hasta la fecha, si no cae el diluvio universal este verano para asegurar esos manantiales.


Las dos cumbres del Tambarón, vistas por su cara norte, el 27 de abril del 2008

A los que nos gusta la naturaleza, este verano también puede suponer la desaparición estacional de algunas lagunas de montaña que nunca se secaban. Seco el manantial que las alimenta, con el calor que nos están anunciando, se secará la laguna rápidamente. Eso empobrece un ecosistema que siempre ha existido con esa laguna que nunca se secaba. Veremos qué ocurre con los verdes prados del norte, que tenemos que recordar que no son verdes en verano de forma natural, sino porque son regados, bien por aspersión o por acequias temporales que desvían parte del agua de los arroyos cercanos y la distribuyen por los prados. Si los arroyos pierden caudal, pueden empezar a surgir incluso problemas entre vecinos a la hora de regar. Si los arroyos se secan, los prados también, y el ganado ya no podrá pastar ahí.


Mismas montañas, el 9 de abril del 2011, y que deberían estar completamente blancas, aparecen con menos nieve que en la foto anterior, a pesar de que la otra está tomada casi un mes después.

Dicen que se está mediterranizando el norte, y que especies más meridionales irán colonizando la cordillera cantábrica. Eso quiere decir que los castaños, que hasta ahora no se atrevían a superar la cota de los 1.000 metros de altura por aquí arriba, empezarán a surgir en Laciana; o que las encinas que ahora no pasan de Las Ondinas, llegarán quizá hasta Villarino. Esto no es algo que me preocupe, pero sí que bosques húmedos fantásticos que tenemos aquí empiecen a tener problemas y mengüen.

Otro problema que aún no llegará a la cordillera Cantábrica, pero sí que lo hará a las regiones del sur de España, será el de las enfermedades tropicales, que están esperando justo al otro lado del Mediterráneo para cruzar el charco y extenderse por aquí. El que no se pueda beber agua de una fuente o de un limpio manantial de alta montaña es un problema que no se conoce hasta que no se vive. Los parásitos en el agua alcanzan incluso las alturas del Himalaya. Una vez que este mal entre por el sur, será cuestión de tiempo que alcance el norte.

Estamos ante el inicio de un grave problema, que algunos aún no sienten porque tienen aire acondicionado en sus casas y en sus coches -que neutraliza cualquier alta temperatura- y buenos frigoríficos y bares con bebidas frías por doquier. Tampoco les importa no ver nevar más, porque no les gusta la nieve ni circular con ella. ¿Problema? ¿Qué problema? ¡Verano todo el año! ¡Qué maravilla! ¡Calorcito!

Yo sigo opinando que al que le guste el calor, que se vaya a buscarlo donde ya lo hay, que es en muchos sitios, pero que a los que nos gusta el verde, ver nevar, y dormir tapados en verano, nos dejen seguir con ello, que también tenemos derecho.

Al final del verano hablamos, y sacaremos conclusiones. Ojalá se equivoquen los pronósticos, llueva a tutiplén, nieve en las cumbres en el mes de agosto, y todo quede en nada. ¡Ojalá!